Honestidad académica, no nos focalicemos en la trampa
“Concentrarse en capturar la trampa es un esfuerzo perdido”. Esta cita del académico británico Tim O’Shea cobra especial sentido en momentos en que muchos docentes se ven tentados a convertirse en cazadores de plagios ante la masificación de la Inteligencia Artificial Generativa.
Nos encontramos en una encrucijada nada sencilla: el sistema educativo debe acreditar la adquisición de competencias de los estudiantes, tiene que certificar que aprendieron y para ello el imperativo es evaluarlos de manera pertinente, justa, rigurosa y transparente. Pero ocurre que muchas de las estrategias de evaluación -a veces probadas y mejoradas versión tras versión de los cursos que se imparten- hoy pueden ser fácilmente burladas gracias a la Inteligencia Artificial.
Pensemos en un ensayo con la instrucción precisa de abordar cierta(s) pregunta(s) puntual(es), un mínimo de referencias bibliográficas, una estructura requerida y una extensión mínima. O en una campaña publicitaria con piezas gráficas evocadoras acompañadas por un breve texto. O en un cortometraje que invite a reflexionar sobre un tema y que llame a la acción. Hoy todo eso puede hacerse rápidamente con Inteligencia Artificial.
Varios estudios han abordado esta problemática.
Uno de ellos es “Sobre la percepción de la prevalencia del engaño y el uso de la IA Generativa” publicado en mayo pasado por Roman Denkin, académico del Departamento de Tecnologías de Información de la Universidad de Uppsala en Suecia. Los hallazgos de este trabajo que encuesta a profesores indican que, aunque los docentes no ven que el engaño esté generalizado, existe una creciente preocupación por su aumento en el escenario actual. “Las percepciones de los profesores se alinean con los datos objetivos sobre las tendencias de trampas, lo que resalta su conciencia sobre el panorama cambiante de la deshonestidad académica”, dice el estudio.
El informe “Deshonestidad académica usando IA Generativa” -elaborado en 2023 por el Centro para la Enseñanza y el Aprendizaje de la Northern Michigan University- describe varias formas en que los estudiantes abusan de la IA Generativa para la deshonestidad académica, incluyendo la redacción de ensayos, la resolución de tareas y el parafraseo para evitar la detección de plagio. También se discute el desarrollo de clasificadores de IA para detectar dicho abuso, destacando los esfuerzos continuos para abordar este nuevo desafío en la integridad académica.
Como destacábamos al comienzo, el foco no debería estar en perseguir la trampa. O´Shea sostiene que un enfoque excesivo en la vigilancia y detección puede ser contraproducente, generando un ambiente de desconfianza que puede desmotivar a los estudiantes. En su opinión, es fundamental equilibrar las estrategias de detección con iniciativas que promuevan la comprensión del valor de la honestidad académica y la importancia de producir trabajo original.
Distintos expertos han dicho que el primer paso es crear un ambiente académico que fomente la integridad, donde los estudiantes se sientan motivados a aprender por el valor intrínseco del conocimiento y no simplemente por las calificaciones. Como destacó el académico de la Universidad de Hong Kong David Carless, de visita en la Universidad del Desarrollo, “la confianza, el cuidado, el respeto y la honestidad son valores centrales si hablamos de evaluación”.
Esto puede parecer poco realista o concerniente a un mundo ideal, sobre todo si tenemos en cuenta que las evaluaciones hay que hacerlas ahora y que la posibilidad -y la tentación- de burlar el sistema está al alcance de la mano para cualquier persona con acceso a internet.
Pero hay cosas muy concretas que podemos hacer. Una de ellas es la incorporación de métodos pedagógicos que reduzcan las oportunidades de hacer trampa, como el diseño de tareas y evaluaciones que requieran pensamiento crítico, aplicación de conocimientos en contextos específicos y reflexión personal a partir de lineamientos concretos entregados en la clase.
A esto se agrega el encargo de realizar entregas progresivas del mismo trabajo, el cual el estudiante debe mejorar y ampliar a partir de la última retroalimentación del docente. Esto ciertamente supone más trabajo para el profesor pero implica un proceso más enriquecedor para el aprendiz.
En línea con lo anterior está la incorporación de centros de escritura al interior de las universidades o facultades, en los cuales los alumnos puedan solicitar la asesoría de un tutor para la revisión crítica de sus textos académicos. En tutorías personalizadas el estudiante recibe recomendaciones concretas para la mejoría de su trabajo.
Otra propuesta es involucrar a todos los estudiantes, al inicio de un curso, en la redacción conjunta de un compromiso de integridad académica, de tal manera que sean ellos mismos quienes propongan los términos de este acuerdo de probidad. En instancias docentes en las que se ha comentado la puesta en práctica de esta iniciativa, los profesores suelen destacar que han quedado sorprendidos con el alto nivel del compromiso asumido espontáneamente por sus alumnos.
La aplicación de estas simples ideas -en contraposición a gastar horas de profesores y ayudantes en cazar un posible plagio- pueden servir para lograr lo que todo docente busca: que sus estudiantes aprendan genuinamente y que todos podamos mirarnos con tranquilidad a los ojos.