Hacia una derecha convergente
Encontrar un camino que le permita a la derecha retomar protagonismo y sintonía se resume así: renovarse y volver a sintonizar con la ciudadanía. Esto no pasa sólo por escucharla con atención, sino que también por incorporarla activamente en participación.
La derecha no tiene espacio ni derecho a mirarse el ombligo y menos a quedarse en la reflexión inconducente. Sería sumar otro error más y no entender que junto con proyectar cómo se reconstruye como alternativa de gobierno, debe cumplir el mandato de representación que le dio casi el 40% de los chilenos en la última elección.
En este camino, la derecha debe asumir al menos tres cosas. Primero que no existe una sola forma de ser de derecha; segundo, que debe reconstruir las confianzas entre sus distintos partidos y movimientos, y tercero, que la gobernabilidad como sector pasa por aprender a ponerse de acuerdo en cómo enfrentar al menos las tres grandes reformas que hoy plantea la izquierda en el gobierno.
Lo que debemos entender es que no hay una sola forma de ser de derecha sino que muchas expresadas en partidos y también en movimientos -no sólo políticos como Evópoli y Amplitud, que debieran tender a estructurarse como colectividades-, sino que también otras agrupaciones, que desde el ámbito académico o social promueven las ideas de libertad, impulsan agendas públicas y debates.
Aprender a trabajar y relacionarse con las organizaciones ciudadanas es un buen primer paso para alcanzar una mayor conexión con las necesidades, inquietudes y anhelos que no siempre fueron acogidas por las actuales estructuras partidarias. Una derecha más vinculada al mundo social es requisito para la construcción de propuestas y una plataforma que cuente con una importante adhesión ciudadana.
Asumiendo que existen estas distintas maneras de ser de derecha surge la necesidad de definir cómo se relacionan entre ellas; si desde los parámetros tradicionales del orden y la hegemonía -como ha sido hasta ahora-, o si vale la pena plantear un nuevo paradigma de relación que reconozca las diferencias y las valore. Asumir que cada partido o movimiento aporta algo y es capaz de encontrarse en un punto común desde el cual construir y avanzar es el primer paso hacia una convergencia que guíe las relaciones entre estos grupos distintos.
Una primera señal positiva de esta convergencia se ha producido en el debate de la reforma tributaria, donde a pesar de tener posiciones matizadas y distintas la derecha ha logrado consolidar una actuación colectiva, que le ha permitido ser escuchada de mejor forma por la ciudadanía, e incluso por la autoridad.
Encontrar el equilibrio, donde cada perfil político distinto se transforma en un aporte y no en una agresión, requiere de una fuerte construcción de confianzas, las mismas que serán necesarias para definir qué temas y propuestas serán parte de lo que se pone en común y pasará a ser promovido por todos. Esta reflexión de lo que es común a todos constituiría la base de aquello a lo que se estaría invitando a la ciudadanía a ser parte, es decir, el corazón de lo que será la plataforma de gobierno de la derecha para el futuro.