Hacia una ciudad circular
En la naturaleza, los ecosistemas son por definición circulares. Los residuos de un proceso biológico son el nutriente o insumo de otro proceso. Esta no-linealidad sustenta el equilibrio de nuestro sistema planetario, y es lo que más nos ha costado corregir en los modelos de desarrollo dominantes desde el siglo XIX.
Ahora que la pandemia evidencia las dolorosas brechas y fallas de diseño de nuestra modernidad, tenemos que reinsertarnos y volver a bailar al ritmo de nuestro ecosistema. Como especie, hemos generado un volumen de residuos que amenaza nuestro futuro. En tiempos de nuestros abuelos la mayor parte de la basura se descomponía; pero hoy, basura predominantemente plástica, químicos y el carbono contaminan aguas y tierra cambiando la calidad y comportamiento de nuestra atmósfera.
La relevancia de avanzar hacia una economía circular radica en que necesitamos nuevos modelos de negocio que promuevan la sostenibilidad y permitan mejorar los procesos que sustentan nuestra vida en todos los ámbitos y escalas. La novedad del concepto de economía circular radica en que los procesos y materiales pueden tener no solo la posibilidad de reciclarse o reutilizarse una vez que cumplan su ciclo de vida, sino que incluso pasar a tener otra composición o aplicación. Lo que William McDonnough ha acuñado con el concepto «de la cuna a la cuna», donde no necesariamente una botella PET tiene que volver a ser botella o degradarse, sino que puede pasar a ser un producto mejor, como un textil en una zapatilla de alta gama. Es decir, que el siguiente ciclo tenga más valor que el actual.
Esta transición no es fácil, pero urgente. Se estima que en nuestro país la industria de la construcción genera 370 kilogramos de residuos de construcción y demolición por persona al año (volumen equivalente a seis torres Costanera Center), y solo el 6% es valorizado o reciclado. Desde la perspectiva de la ciudad, la circularidad tiene múltiples manifestaciones. La Fundación Ellen McArthur lo sintetiza en tres preguntas: ¿Podemos diseñar el fin de la basura y la contaminación en las ciudades?, ¿Podemos mantener en uso los productos y los materiales manteniendo su valor? y, ¿Podemos regenerar los sistemas naturales dentro y en torno a las ciudades?
Chile ha avanzado mucho en esta línea: Se creó la oficina de Economía Circular en el Ministerio de Medio Ambiente, que junto a Fundación Chile y los principales actores de la industria lograron que seamos el tercer país en sumarse a la Red Global de Pacto por los Plásticos. Este año se avanzó en el reglamento de la ley REP, se están incorporando principios de economía circular en los procesos de Chilecompra, e incluso se está iniciando el debate sobre la ley de Cambio Climático, en línea con los acuerdos firmados en París.
En este contexto destaca la iniciativa FIC-RM Nuevas Economías Metropolitanas (www.economiasmetropolitanas.cl), que busca ofrecer, desde la capacidad y el conocimiento de las pymes, nuevas alternativas que permitan ampliar esas opciones apoyando el desarrollo de propuestas innovadoras en el ámbito de las economías circulares y colaborativas.