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UDD en la Prensa

Gratuidad o… ¿Magia?

 Eduardo  Andrades Rivas
Eduardo Andrades Rivas Profesor Facultad de Derecho CCP

Una de las más destacables virtudes de los libros de J.K. Howling, la genial escritora británica, es recordamos que aún la magia a-quiere de esfuerzo de tesón y de duro trabajo. Ni en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería los exámenes se aprueban mediante un simple encantamiento o movimiento de varita. Dominar la magia nos dice Rowling en la voz de Minerva McGonagall, requiere de años de esfuerzo, empeño y disciplina.
Hace dos días se llevó a cabo una de las endémicas marchas a las que ya nos tienen acostumbrados ciertos dirigentes estudiantiles. Nuevamente las calles se llenaron de pancartas, afiches y panfletos demandando la gratuidad de la educación en todos sus niveles. Se insiste en que ella sea gratuita y publica, usando el vocablo cual mantra libelarlo, como si lo público de la educación fuera magia, un valoren sí.
Total ausencia del compromiso afán de trabajo y sacrificio que debe ponerse en estudiar a cambio de recibir el dinero de nuestros impuestos.
Ninguna de esas referencias podía verse en los carteles de los vociferantes.
Claro, están muy conscientes que ya a partir de este arto 2013 todas las ayudas estatales, becas, créditos y todo tipo de fondos asistenciaJes, son entregados a los demandantes en condiciones de completa complacencia.
Pues no los pierden aunque reprueben por más de tres veces una asignatura, ni si cambian eternamente de carrera y peregrinan de universidad en universidad en busca interminable de su vocación. Todo ello lo pagamos los sufridos contribuyentes.
Me recuerdan a un curso que dicté en una universidad del Consejo de Rectores años atrás, cuyos alumnos me rogaban aprobar por asistencia.
Demás está decir que no obtuvieron más respuesta que mis carcajadas. V debieron resignarse a t rabajar duro.
No hay que confundirse. Cuando se exige educación gratuita, se está en presencia de un eslogan irresponsable. Gratuita la educación no será nunca, pues si no la pagan los estudiantes lo haremos quienes pagamos ¡ molestos. Y la condición de pública desconoce la historia y nuestra libertad de enseñanza.
Si los dirigentes estudiantiles sostienen que tienen derecho a tener educación, que partan por reconocer que a cambio, los beneficiarios de nuestra ayuda no podrán reprobar ningún ramo, no bajarán de una nota mínima promedio (la que debería ser mucho más que un 4.0), ni se retrasarán en sus estudios. Y para ello, deberán aceptar que estos resultados no se obtendrán por magia, por mover elegantemente la varita, sino por estudiar con real ahinco.