Futuro de las humanidades
Concuerdo plenamente con la carta de los señores Juan Manuel Garrido y Eduardo Molina (jueves 25), relativa a la ausencia de las humanidades en el proyecto del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología y a los aportes que estas hacen al desarrollo nacional, y que no siempre se reconocen.
Agregaría, no obstante, tres comentarios adicionales. Primero, se dice -en una historia que perfectamente puede ser apócrifa- que el biólogo Richard Dawkins, visitando un museo de arte en Florencia, habría dicho ¿para qué sirve todo este arte? La pregunta refleja un mecanismo de evaluación reduccionista en torno al valor de las cosas, que se traduce ciertamente en un estándar para determinar aquellas disciplinas que cabría fomentar.
La pregunta por la «utilidad» de las humanidades es muy antigua, pero manifiesta el principal problema al que se enfrenta: su supuesta «inutilidad». Si la palabra se entiende desde la tradición utilitarista de la filosofía, la conclusión resulta ser absurda; si se entiende desde la perspectiva del valor, cabe la pregunta de cómo medirla. Y acá la experiencia comparada indica que tanto a nivel de salarios como a nivel de tasas de empleabilidad, esta disciplina sigue siendo competitiva (aunque levemente por debajo de otras disciplinas), si nos basamos en reportes como los que entrega Inside Higher Ed.
En segundo lugar, suele atribuirse a las humanidades un rol particular en el fomento de habilidades esenciales, como son la expresión oral y escrita, el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad de hacer sentido a un mundo extraordinariamente complejo. Solo considerando el primer elemento, de acuerdo a estimaciones del University College London, se pierden anualmente en Gran Bretaña US$ 11 mil millones debido a personas que no escriben correctamente o no entienden lo que leen. Desconozco si existen estudios de esta naturaleza en Chile, pero no sería extraño que las cifras fuesen proporcionalmente semejantes o peores.
Tercero, el científico E.O. Wilson definía a las humanidades como la historia natural de la cultura y nuestro patrimonio más precioso. Porque, al final, estas responden a la pregunta de qué nos hace ser humanos. Y en el entendimiento de nuestra historia, cultura, lenguaje, pensamiento, música y arte, no solo nos entendemos a nosotros mismos, fomentamos también empatía y sentido intelectual de mundo. Eso es algo que cabría proteger.