¿Por qué filmamos lo que filmamos?
El cine es muchas cosas a la vez. De modo simple, podríamos intentar dar nombre a esa vastedad diciendo que lo cinematográfico es un ejercicio expresivo que refleja y cuestiona el devenir humano y el de nuestra sociedad. Al mismo tiempo, la maquinaria productiva-artística que existe detrás de este quehacer fílmico, es un gran motor de la economía… aunque pocos lo vean y lo crean. Arte e industria en coexistencia.
De esa realidad da cuenta “¿Por qué filmamos lo que filmamos? Diálogos en torno al cine chileno 2006-2016”, un nuevo libro que publicará Cine UDD, en conjunto con La Pollera Editores, buscando hacer un aporte reflexivo al cine chileno. Se trata de un análisis de películas correspondientes a dicho período y conversaciones con destacados directores y actores que les dieron vida.
Las imágenes de estos filmes dan cuenta –de manera sensible- de los distintos niveles en que se va tejiendo nuestra realidad. Son más bien preguntas abiertas al espectador, que surgen desde una fascinante y misteriosa pulsión expresiva, no necesariamente unívoca, que no nos impone un discurso. Sin embargo es posible detectar preguntas y temas recurrentes, los que dicen relación con las preocupaciones de los cineastas de esta década, desde Matías Bize a Dominga Sotomayor, desde Pablo Larraín y Sebastián Lelio a Bettina Perut e Iván Osnovikoff. ¿Se refleja el Chile de hoy? Es muy probable que la corriente subterránea de nuestra conciencia colectiva esté presente en las pantallas que proyectan estos filmes.
“Soy un defensor de la chilenidad, por eso siempre digo que debe haber alguien comiéndose una empanada, alguien con doble cara. Siempre digo: “¡Mírense!”, Ustedes no son ingleses, ni franceses, son chilenos, exprésense como tales”, expresa Andrés Wood en unos de los diálogos. “Hacer una película en un plano secuencia o hacer una película que sucede solo en una cama, son pies forzados que ayudan desde el punto de vista de producción, pero también son experimentos expresivos”, explica Bize sobre su método. “Entiendo el cine ficción como un documental sobre actores que están haciendo ‘como que…’, porque creo que la cámara no puede hacer ficción”, dice Lelio sobre el oficio.
En estos 10 años, el cine chileno ha cruzado con fuerza las fronteras, se ha transformado en la cinematografía más valorada de América Latina y ha sido distinguido en los más importantes festivales y mercados del mundo. Incluso el vistoso Oscar, otrora inalcanzable, ya está en manos de los jóvenes animadores de “Historia de un Oso” y estuvo al alcance de la película “No” en la categoría Mejor Película Extranjera.
A la vez, el mercado internacional ha puesto los ojos en Chile, siendo nuestro territorio un escenario geográfico y humano con un alto estándar de profesionales y técnicos, aptos para filmación de películas (“007: Quantum of solace”) y publicidades de China, EEUU y Europa que se filman en nuestro territorio. Todo esto ha contribuido a que la pujante industria cinematográfica nacional sea el principal caudal de las industrias creativas, las que en su conjunto hoy representan el 2,2% del PIB. Cifra sorprendente para muchos y que se consolida y crece año a año.