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UDD en la Prensa

Ética y la pandemia del COVID-19

 Sofía Salas Ibarra
Sofía Salas Ibarra Profesora Titular, Centro de Bioética, Facultad de Medicina

Hoy 27 de marzo, el sitio coronavirus.app mostraba que ya había 551.656 casos COVID-19 positivos y 24.981personas fallecidas en el mundo; en Chile hoy hay 1.610 casos y ya lamentamos el fallecimiento de 5 personas. Esta emergencia sanitaria nos obliga, junto a las consideraciones epidemiológicas y económicas, a reflexionar sobre los aspectos ético-clínicos relacionados con el manejo de esta pandemia.

Por un lado, está la necesidad de restringir las libertades individuales, obligando a las personas a realizar aislamiento social y cuarentena, pensando siempre en el bien común. Junto a esto, está la necesaria tensión entre resguardar la confidencialidad de los casos positivos y el derecho que tienen sus posibles contactos de saber que pueden estar contagiados. Dada la forma de transmisión del virus, aparece como un mínimo ético que podamos avisar a todos nuestros posibles contactos, en el caso que estemos contagiados. El ser COVID-19 positivo, pertenecer a una determinada etnia o venir de algún país “de riesgo”, no puede ser motivo de discriminación alguna.

Otro tema ético se refiere a la necesidad de priorizar la atención de salud, privilegiando a aquellos con mayor posibilidad de sobrevida. En países como Italia y España, el aumento exponencial de los casos ha significado que no existan camas de cuidados intensivos ni ventiladores mecánicos suficientes para todos los que puedan necesitarlo. Expertos han recomendado una postura de sensatez clínica respecto del uso de recursos siempre escasos, lo que implica dejar de otorgar recursos de alta complejidad a aquellos enfermos muy deteriorados por su enfermedad de base, con poca posibilidad de sobrevida, a quienes se les debe ofrecer cuidados paliativos de calidad y adecuación del esfuerzo terapéutico. Cualquier plan para priorizar los insuficientes recursos de salud debe hacerse considerando el principio de justicia social, sin condicionar la atención a la  capacidad de pago.

Un tercer aspecto se relaciona con el deber del profesional sanitario de no abandonar a su paciente, incluso si esto significa riesgos para él. Pero dado que nadie está llamado a ser héroe, también es necesario que los responsables de los servicios de salud y la autoridad sanitaria le otorguen los elementos necesarios para lograr máxima protección, para así protegerse a sí mismo, a sus pacientes y colegas y también a quienes viven en su hogar.

Mientras cada uno de nosotros se cuida y cuida a los suyos quedándose en casa, los invito a que reflexionemos respecto de la responsabilidad individual y colectiva que tenemos para hacerle frente a esta pandemia.

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