Escenarios de primarias
Durante esta semana los precandidatos presidenciales tanto de la Alianza como de la Concertación se «enfrentarán» en sus respectivos debates.
Si bien no tenemos muchos antecedentes sobre el impacto que dichos encuentros tendrán, lo cierto es que cada uno tratará de desplegar al máximo sus habilidades retóricas, histriónicas y técnicas dado que, más allá de cualquier estrategia previamente diseñada, el no poder controlar la contingencia y la dinámica que se dé entre ellos y los anfitriones, los obliga a usar toda suerte de recursos.
Lo favorecidos debieran ser los candidatos que menor conocimiento o adhesión tienen, razón por la cual los debates constituyen una oportunidad significativa para ellos. Por otra parte, es altamente probable que el tipo de público televidente tenga cierto sesgo hacia temas políticos y, en consecuencia, sea mucho más informado que el promedio; de allí que el desempeño de los candidatos sea relevante tanto para lo que resta de aquí al 30 de junio como para la contienda presidencial propiamente tal. Una inquietud que ronda por todos los comandos es la de cuántas personas participarán en las primarias. En los llamados a votar no sólo hemos visto al Ejecutivo, sino también a todos los precandidatos presidenciales. La razón es obvia: al momento siguiente de saberse los resultados, la cuestión de fondo será qué tipo de representación se encuentra detrás de cada candidatura. Dicho en otros términos, si la participación es muy baja, las preguntas se centrarán más en las explicaciones de ello que en las expectativas futuras. Si, por el contrario, el escenario es de gran concurrencia, la opinión pública centrará su atención en qué bloque acaparó mayor participación. Ello impone complejidades significativas en término de demostración de fuerzas.
Dado lo anterior, ¿con qué información contamos para estimar cuántas personas participarán? A nivel de la experiencia comparada particularmente en los Estados Unidos, sabemos que los rangos varían entre el 7% de la población en edad de votar, en 2000, y el 12,7%, en 2012 claro está que en un escenario de mucho mayor competencia y dramatismo y que representó el 20% del total de electores que fue a sufragar en la elección final . En el caso chileno, sólo tenemos los resultados de las primarias realizadas por la Concertación, pues la Alianza nunca ha efectuado este tipo de elecciones. Al respecto, según las cifras de los organizadores de las primarias Frei-Lagos, en 1993 votaron aproximadamente unas 435.000 personas, lo que representaba el 5,4% del padrón electoral y el 10% de la votación que obtendría Frei. En dicha oportunidad el 25% de los participantes eran militantes de partidos. Posteriormente, en 1999 se produce un salto espectacular, que coincide con lo estrecha que resultaría la competencia electoral Lagos-Lavín. Según los organizadores, en la primaria LagosZaldívar participaron 1.403.070 personas. Es decir ¡3,2 veces más que en 1993! Ello equivalía aproximadamente al 17% del padrón y al 41% de lo que obtuvo Lagos en primera vuelta. Pero, ¿son realistas dichas cifras?
En general existen distintos fenómenos que podrían influir en la participación. Por una parte, la desafección con el sistema político y, por otra, la sensación de que el margen de diferencia de Bachelet con el resto de los candidatos la da por segura, lo que resta dramatismo. No obstante lo anterior, la presencia mediática del tema y las medidas tomadas por el Gobierno, el cual ha puesto todos los medios legales (como las restricciones laborales de día festivo) para ese objetivo, pueden incentivar la participación; sin embargo, llevar a votar a las personas requiere de recursos humanos cuantiosos los que parecen no estar disponibles hoy Finalmente, en todo caso, hoy tenemos un padrón de aproximadamente 13 millones de personas, lo que significa que, de repetirse las cantidades históricas de votantes, la participación porcentual será bastante menor que las anteriores veces.