Encrucijada
Nadie podría desconocer que las cifras de actividad económica de los primeros meses de este año no fueron buenas, y también es un hecho que la mayoría de los organismos y analistas están ajustando sus proyecciones a la baja. Esta semana fue el turno de la OCDE, institución que anticipa para Chile un crecimiento del PIB de 3,4% en 2019, en un contexto en que la proyección de crecimiento mundial la ajustó de 3,5% a 3,2%.
No obstante las explicaciones que pueda haber para el bajo dinamismo de la economía chilena durante el primer trimestre (1,6% para el PIB global, y 2,2% si se excluye la minería), lo concreto es que cada vez va quedando más claro que el crecimiento económico no es algo que esté asegurado, y esto va más allá de la incertidumbre derivada del complejo escenario internacional que hoy predomina. Si bien hay argumentos para anticipar una recuperación en los próximos trimestres, lo que se está observando es un paulatino ajuste hacia lo que es la tasa de crecimiento de tendencia de nuestra economía, cifra que los expertos ubican en no más de 3%.Ese es el problema de fondo que enfrenta la economía chilena en la actualidad, más allá de la discusión coyuntural que se centra en décimas de más o menos crecimiento en un período en particular. El punto central es que si seguimos transitando por una senda caracterizada por una expansión promedio del PIB a ese nivel, cruzar el umbral del desarrollo va a seguir siendo un sueño frustrado; en circunstancias de que si hacemos el esfuerzo requerido para subir esa tasa promedio a cuatro por ciento, esa meta la podríamos alcanzar en el año 2030. ¿Es esto posible? Por supuesto que sí, y es especialmente necesario en el ambiente de la nueva revolución industrial en curso.
Más allá de una recuperación coyuntural, Chile necesita fortalecer los tres motores que generan crecimiento económico: la inversión, el empleo y la productividad. El gobierno está dando pasos decididos en esta dirección, y prueba de ello son los proyectos de reforma para modernizar el sistema tributario, para tener un mejor sistema de capacitación, para darle más libertad a los trabajadores en la conformación de sus jornadas de trabajo, para mejorar las pensiones en el corto y largo plazo, por citar las iniciativas más emblemáticas.
A ello debe agregarse el trabajo que se está realizando desde el Ministerio de Economía para agilizar inversiones, eliminar trabas, fomentar la competencia y emparejar la cancha para impulsar el emprendimiento; las iniciativas orientadas a mejorar el funcionamiento del aparato estatal, haciendo un mejor uso de las tecnologías digitales en beneficio de los propios ciudadanos; la puesta en marcha de una nueva institucionalidad para impulsar la ciencia y la innovación; y un potente programa de obras públicas orientado a mejorar la infraestructura del país.
Lo que se requiere a estas alturas es que el mundo político en general se haga parte de este desafío país, aportando lo suyo desde sus respectivas miradas, pero en la lógica de sumar y no de restar.
Cabe tomar en cuenta que las propuestas que surgieron de la Mesa de Acuerdo Nacional por el Desarrollo Integral se enmarcan en la misma línea de lo que está planteando el gobierno, lo cual debiera constituir un buen punto de partida para la discusión. Los integrantes de esta mesa, en sus respectivos ámbitos, deberían servir de puente para lograr avances en estas materias.
Estamos con un punto de quiebre, y debemos aprovecharlo en nuestro favor.