Encarecimiento del empleo en Chile: reflexiones desde la prudencia
Fortaleza, templanza, justicia y prudencia son cuatro virtudes cardinales, todas necesarias para un Gobierno virtuoso e indispensables para una política pública seria. La fortaleza es la capacidad de sobreponerse a lo adverso; la justicia, dar a cada uno lo suyo según su derecho; y la templanza, es la capacidad de resistir el deleite desmedido de lo grato o favorable. La más importante, la que per= mite y articula a las demás es la prudencia. Definida como la recta razón en el obrar, es la posibilidad de discernir y de actuar en concordancia.
La política del Gobierno y la CUT para mejorar el empleo en Chile carece de todos estos atributos; pero, por sobre todo, es imprudente, Toda la evidencia da cuenta de una política de acelerado encarecimiento del empleo con nefastos efectos sobre la inversión. En apretada síntesis: alza en el sueldo mínimo de 25% en apenas dos años, con anuncios de la CUT de propiciar un nuevo e importante aumento para 2026; reducción de la jornada progresiva a 40 horas sin el correlativo aumento de la pro= ductividad; iniciativas para hacer obligatoria la contratación de jóvenes entre 18 a 28 años sin experiencia previa; otorgamiento de días libres en el caso del fallecimiento de mascotas y de cumpleaños; prohibición a empleadores de preguntar por pretensiones de renta en entrevistas laborales y obligar a transparentar los sueldos en las ofertas de trabajo; junto con mecanismos de intervención en la empresa para garantizar igualdad de remuneraciones.
El objetivo de cada una de estas medidas es en el fuero interno del Gobierno y de la CUT, noble y justo. Buscan mejorar la condición de vida de la mayoría de los chilenos que son los trabajadores. La justicia entonces los anima y la fortaleza, creen ellos, es su espada. Como quijotes persiguen la justicia con el coraje y la fuerza que no teme enfrentar el poder del dinero que desprecian y juzgan titánico e insensible.
Pero toda esa epopeya se desploma no solo en el Excel, como les gusta ironizar (a propósito del debate sobre el financiamiento de ciencias y humanidades). Su retórica poética se desploma también desde la humanidad que dicen respetar. La fortaleza que invocan para enfrentar al poder del dinero, como cuando la ministra del Trabajo increpa a Bernardo Larraín Matte y lo conmina a “pagar mejor”, devela cómo la pretendida fortaleza desaparece cuando lo que hay es soberbia. No hay fortaleza, sino agresión cuando falta la templanza. La autoridad se da el gusto desmedido de fustigar lo que detesta, al empresariado, porque puede hacerlo y “se siente bien” cuando de ello no se sigue responsabilidad alguna. Fuerte es el que enfrenta las consecuencias de sus actos. Temerario y autocomplaciente el que dispara sin responder.
La justicia de las iniciativas legales “pro empleo” del Gobierno también desaparece cuando su gran cantidad y falta de progresión mata la inversión, la ahoga, y por lo tanto, condena a todos los derechos que consiga al vacío. Infinitos derechos sin crecimiento, flexibilidad, productividad, estabilidad política y, en resumen, sin inversión. Nuestro jefe de Estado confiesa que una parte de él sueña con derrocar el capitalismo, como para que no le queden dudas al inversionista que mira a Chile en el menú de posibles destinos de negocios.
Imprudencia en resumen, que no conjuga equilibrios ni pondera los efectos agregados de sus múltiples iniciativas. Para que la fortaleza no sea matonaje necesita templanza. Para que la justicia (social) no sea populismo, necesita responsabilidad fiscal. Para que todo ello ocurra, se requiere prudencia. El Excel aconseja aquello, y el conocimiento humanístico de la ponderación armónica de las virtudes lo hace indispensable.