En las duras y las maduras
La polémica remodelación de Plaza Egaña evidencia las fricciones propias del desarrollo urbano. La que fue una plaza vecinal modesta, con un par de escaños y césped, flanqueada por un borde comercial deteriorado y otro con estacionamientos; hoy se inaugura como el principal espacio público de un nuevo Subcentro de comercio y servicios a escala metropolitana. Puede que muchos vecinos no lo deseen, pero los beneficios que conlleva el arribo de dos líneas de Metro superarán con creces las molestias, mejorando el acceso de todos a la red de oportunidades del gran Santiago
Este nuevo rol como Portal de Acceso a la Reina inevitablemente se refleja en su materialidad, ya que la ex plaza de barrio recibirá hoy a cientos de miles de transeúntes que ya no vienen a tomar el sol en el césped, presentando más superficies “duras” precisamente para contener y servir a quienes transitan desde sus hogares al trabajo y viceversa, haciendo más democrático y plural su rol como espacio público.
El problema entonces no está en el cambio de carácter, sino en la pérdida de añosos árboles y su diseño. Desconozco a los colegas a cargo y en lo personal no me gusta, pero antes de adelantar un juicio imagino la cantidad de restricciones técnicas, presupuestarias y operacionales que limitaron las opciones de diseño. La mayoría de las reacciones negativas se deben a la predominancia de pavimentos “duros” y la falta de sombra. Ambos problemas de fácil resolución, ya que si bien sobre la losa de hormigón que cubre la estación hay solo 1,5 metros de tierra -insuficiente para árboles de raíz y follaje amplio-, se podría plantar árboles maduros en sus perímetros donde hay profundidad suficiente, así como crear macetas donde la estructura permita para complementar con árboles medianos al interior. Además se pueden incorporar parrones y lonas que arrojen sombra al interior. Más allá de la discusión estética, el actual proyecto repone 23 árboles y mantiene las palmeras pre-existentes, mejora la iluminación y otros detalles de seguridad. Esta situación nos recuerda a la Plaza Perú en Las Condes, que tuvo muchos detractores al inicio y ahora que los árboles han madurado genera grandes beneficios para vecinos y visitantes, es de esperar que lo mismo pase en este caso.
El árbol urbano es un tesoro que debemos defender con fuerza, y su tala debe ser justificada con celo. Más allá de su sombra y belleza, dependiendo de la especie y madurez, un árbol captura entre 4 a 40 toneladas de CO2 al año. Si bien el proyecto de ingeniería para la estación obligó a sacrificar algunos árboles de la plaza, no olvidemos el tremendo aporte ambiental que hace Metro, reemplazando y desincentivando millones de viajes en vehículos a combustión. Según el MTT, la reducción de contaminantes con el inicio de operación de las líneas 3 y 6 de Metro será de más de 221 mil toneladas de CO2 al año, equivalente sacar de circulación a más de 30 mil vehículos. Por lo que antes de estigmatizar a Metro por incrementar el calentamiento global, celebro que su Presidente haya reconocido que el diseño de la plaza es perfectible y que además van a invitar a la comunidad a participar con murales e intervenciones que fortalezcan la identidad del lugar.
Metro es un gran constructor de ciudad, y más allá de la añoranza del pasto o algunos árboles, lo relevante aquí es entender que la plaza Egaña sigue existiendo, que ha tenido que adaptarse a su nuevo rol e importancia a escala metropolitana, y que seguirá cambiando, ojalá para mejor.