Emprendimiento social: Más que una moda
La posibilidad de emprender un proyecto constituye un sueño para la mayoría de las personas. Entre los jóvenes que se incorporan al mundo laboral y que enfrentan la opción real de poder elegir entre ingresar a un trabajo tradicional o desarrollar un emprendimiento, durante los últimos tiempos se viene observando en muchos países —Chile incluido— una creciente preferencia por esta segunda opción. Y ésta es una reacción natural a un entorno más favorable al emprendimiento, considerando que el ejercicio de la libertad de emprender es una poderosa fuerza que permite a las personas desplegar todo su potencial creador.
En el caso del emprendimiento innovador, que inicialmente pareció ser un desarrollo puntual explicado por condiciones especiales que se dieron en ciertas zonas geográficas (Silicon Valley e Israel, por ejemplo), éste ya se ha extendido por muchos países, siendo Chile uno de ellos.
El atractivo que despierta entre los jóvenes la figura de los «héroes del emprendimiento» que el mundo ha conocido en las últimas décadas, ha motivado a muchas personas a seguir sus mismos pasos. ¿Qué los determina a seguir este camino? ¿El afán de «hacerse ricos», apostando por algún proyecto de alcance global que resulte exitoso? No cabe duda de que la motivación económica es un poderoso incentivo, pero también lo es lo que subyace a este tipo de proyectos, que actúa como poderoso imán entre los jóvenes: la posibilidad de llevar adelante iniciativas que logren «cambiar el mundo».
Lo logrado por Jobs, Gates y Zuckerberg trasciende la fortuna personal que han logrado acumular con sus respectivos proyectos como también la mayor riqueza que han permitido crear en la economía mundial gracias a la mayor productividad generada. La manera como han transformado la forma en que se relacionan las personas, y, por tanto, su calidad de vida, constituye un poderoso aliciente para que un creciente número de jóvenes se embarque en este tipo de iniciativas.
Bajo esta misma lógica, pero con énfasis en el segundo componente, el «emprendimiento social» está desarrollándose con especial fuerza en estos días en todas partes, y también en Chile, aunque en forma más embrionaria. ¿Qué hay detrás de este concepto? En simple, de lo que se trata es de utilizar la capacidad empresarial para resolver problemas sociales, a través de proyectos que tengan la capacidad de ser financieramente sustentables en el tiempo. Y estas iniciativas pueden ser llevadas a cabo ya sea por organizaciones sin fines de lucro, o también por empresas orientadas a la obtención de utilidades, pero que tengan en su misión el logro de un determinado objetivo social.
El denominador común es el uso de un enfoque empresarial para organizar un proyecto orientado a resolver un problema social, sea éste de proyección global o limitado a una comunidad específica. Un buen ejemplo en nuestro país de una iniciativa e emprendimiento social es Un Techo para Chile, orientada a resolver los problemas de vivienda de los sectores más postergados.
La poderosa ola que se está formando en esta dirección ha motivado a universidades de gran prestigio a crear departamentos orientados a profundizar en estos temas, en el ámbito de la investigación y de la acción brindándoles así a sus estudiantes la posibilidad de canalizar sus inquietudes en este ámbito. Desde la Universidad de Stanford en California, cuna del emprendimiento innovador en la costa oeste de Estados Unidos hasta Columbia, NYU y Harvard en la costa este, donde se concentran los centros financieros, todas ellas están dando un lugar importante a los conceptos de emprendimiento e innovación social. Las nuevas generaciones están buscando algo más que solo ganar dinero, y a través del emprendimiento social, mejorando las condiciones de vida y resolviendo problemas básicos de grupos de personas, sienten que pueden convertirse en verdaderos agentes de cambio.
En la particular coyuntura por la que atraviesa Chile, en la que, no obstante los avances logrados durante las últimas décadas en materia económica y social, está comenzando a cuestionarse incluso la legitimidad de la actividad empresarial, el emprendimiento social abre una ventana a través de la cual puede entrar el aire fresco que necesitan las nuevas generaciones para poder darle un sentido distinto al concepto de emprendimiento como fuente de creación de riqueza.
El emprendimiento social debe ser visto y aceptado como una poderosa herramienta para combatir la desigualdad, con capacidad de incursionar en áreas en las que las «fallas de Estado» no permiten que éste sea el agente más idóneo para resolver los problemas de las personas. Para esto es de gran importancia que la sociedad civil, en sus diversas manifestaciones, tome estas banderas y contribuya a la creación y fortalecimiento de las instancias requeridas para potenciar a estos agentes de cambio.
Si en países ya desarrollados ya hay conciencia acerca de la importancia de fortalecer esta área para resolver de mejor manera los problemas sociales que los aquejan permitiendo de paso canalizar las crecientes inquietudes de las generaciones más jóvenes para poder ser actores protagonistas de este proceso, con mayor razón ello es válido para un país como Chile.