El monopolio no es «bakán»
«¿Quien dijo que el monopolio es malo? ¡Es bakán!». Este parafraseo de una conocida publicidad, fue invento de un querido amigo y ex alumno mío al que le sobra genio e ironía. Y claro que tiene razón, sobre todo si el monopolio le pertenece a uno o a su familia.
Pero más allá del humor y de las actitudes más o menos decentes y amables que puedan encontrarse en comerciantes beneficiados con un monopolio, lo cierto es que pennitir su existencia es uno de los errores más graves que puede darse en una sociedad libre.
Pues la mejor manera de deteriorar la calidad en el servicio, la más efectiva forma de convertir a los consumidores en ganado o esclavos de prestaciones de la peor calidad, es conceder a los comerciantes su ansiado monopolio.
Mámese como se llame, la condición monopóliea. otorga a quien la detenta un poder demasiado grande. Tan grande corno indeseable, pues amenaza a la más mínima dignidad de sus clientes o usuarios.
Cuando se denuncia la sobrevenía de pasajes en el transporte aéreo y la falta de respuestas y compensaciones adecuadas de las compañías responsables, haríamos muy bien en recordar que hace casi 20 años permitimos alegremente, sin que nadie dijera nada, que la mayor operadora de aviación del país absorbiera a su principal competidora, la fenecida Luíeco.
En el mismo instante en que ello ocurrió, se acabaron los buenos desayunos que las aerolíneas ofrecían en sus vuelos Concepción-Santiago, se acabó la entrega de diarios y otras regalías a bordo y pasaron al olvido las disculpas y reparaciones frente a vuelos demorados o. inexplicablemente cancelados. Ante los reclamos, los ejecutivos de las aerolíneas ensayan las más peregrinas excusas, como sostener que sin sobrevenías los pasajes subirían (¡como si fiieran muy baratos!).
Por ello conviene advertir, que ya que 110 tenemos asociaciones de consumidores que nos defiendan de estos abusos, podemos exigir a nuestros congresistas el cambio de las reglas del juego. Bastaría con la derogación de la parte final del artículo 23 de la Ley de Defensa del Consumidor para eliminar esta mala práctica y obligar a las aerolíneas a tratar a sus pasajeros de mejor manera.
El llamado es a nuestros diputados y senadores, quienes más de alguna vez habrán pasado por la indignidad que criticamos. Derogar la excepción y someter a las compañías de aviación a la regla común: multas muy cuantiosas y compensaciones obligatorias en caso de sobreventas de pasajes. Sólo así enseñaremos a algunos que el monopolio NO es bakán.