El inevitable rito anual del salario mínimo
Año tras año, mayo nos presenta un escenario marcado por una suerte de populismo y poca seriedad para enfrentar el tema del reajuste al salario mínimo. La celebración del «Día del trabajo» sirve como tribuna para políticos y dirigentes que parecieran buscan aprobación y popularidad antes que ganas de hacer un esfuerzo por presentar una propuesta que institucionalice y cree un mecanismo que regule todos los años este reajuste.
Sin duda, estos llamados obvian tanto el buen panorama en que nos encontramos como país, como los malos índices de empleabilidad que viven otros países, y pueden llegar a inducir malos resultados.
Nuestra ministra del Trabajo nos ha enviado un correcto mensaje al señalar que es necesario cuidar los empleos que se han creado, los que a pesar de los pronósticos de los más escépticos han aumentado en más de 700 mil durante este gobierno.
Debemos tener cuidado en el debate. Lo ético hoy es asegurar que cada familia tenga un ingreso mínimo que sirva como piso para vivir su vida con dignidad, cuidando no perjudicar la empleabilidad, ya que por querer jugar con colores populistas, podemos dejar fuera del sistema a muchos, especialmente a los más pobres y con menor calificación.
La propuesta para abordar esto con la seriedad necesaria consiste en institucionalizar un mecanismo ordenado que trabaje sobre la base de criterios objetivos y técnicos, acotando así el marco de acción política, un rayado de cancha. El desafío es encontrar un mecanismo para institucionalizar y acotar el salario mínimo.
En años anteriores se ha discutido en la comisión de salario mínimo, en la comisión de hacienda y con organizaciones de trabajadores como la CUT, diversos criterios y propuestas para el reajuste del salario mínimo de cada año. Buscando dar una solución a este debate político anual, parlamentarios hemos planteado la idea de institucionalizar el debate, creando un mecanismo que regule a partir de ciertos criterios el reajuste al salario mínimo.
A continuación, tres criterios centrales que debieran ser parte de un nuevo marco institucional para estos temas: 1. Inflación: el reajuste debiera considerar la variación anual de la inflación, ya sea pasada o futura (siempre usando la misma) de forma tal de mantener el poder adquisitivo de las personas. 2. Productividad: la modificación del salario mínimo debe incorporar la variación anual de la productividad. Sin duda que aumentos en la productividad media (u otra medida) debieran reconocerse también en la modificación del salario mínimo. Si la productividad decae, aumentar más allá de la inflación no sería una buena decisión. 3. Contexto macroeconómico: la realidad económica nacional e internacional, en términos de niveles de empleo, crecimiento, y otros, debe ser incorporado como elemento relevante en el análisis y en la decisión.
Los próximos dos meses van a estar marcados por el cambio. Ya están en discusión la reforma tributaria, la reforma educacional y el reajuste al salario mínimo. El llamado es a ser responsables frente a la discusión del salario mínimo de los trabajadores chilenos y a buscar un mecanismo institucionalizado que deje las aspiraciones mediáticas de algunos de lado y privilegie buenas decisiones para el país.
Sin duda todos quisiéramos que el salario mínimo fuera mayor, pero no debe ser sólo el deseo sino la convicción de tomar buenas decisiones lo que nos debe orientar en los meses que vienen.