El crimen organizado en Chile: ¿Un camino sin retorno?
El miedo a ser víctima de un delito alcanza una cifra récord del 80%, ubicando a la delincuencia como la principal preocupación de los chilenos. Si esto parece surrealista, el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, advirtió el ingreso de cuatro de las organizaciones criminales más peligrosas del mundo: Tren de Aragua, Jalisco Nueva Generación, el Cártel de Sinaloa y, recientemente, las Maras.
La investigadora de AthenaLab, Pilar Lizana, agregó que Chile «está presentando oportunidades para que estos grupos del crimen organizado nos vean como una oportunidad», donde la «frontera permeable» favorece el tráfico migratorio y de armas. Sin embargo, lejos de ser un camino sin retorno, la teoría económica ofrece algunas lecciones para salir de esta tragedia.
La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) define el crimen organizado como «un grupo de individuos que se asocian de manera estructurada y disciplinada para obtener beneficios monetarios, en su totalidad o en parte, a través de medios ilegales». Entre 2021 y 2022, la Policía de Investigaciones (PDI) y Carabineros confirmaron incrementos significativos en secuestros (76,9%), homicidios (43%) y extorsiones (44%) atribuidos al crimen organizado. En lo que va de 2023, las subidas son del 31% respecto al año anterior. Los tiroteos y los fuegos artificiales son habituales en varias comunas de Santiago, ciudad que en 2019 fue catalogada como la más segura de América Latina. No es casualidad que el Índice de Paz Global (2022) muestre una caída sin precedentes de Chile en la última década del lugar 28 al 55, ubicándose en el tercer lugar de América Latina después de Costa Rica (38) y Uruguay (46). Según expertos, el crimen organizado no le teme al sistema judicial chileno y aprovecha la permeabilidad de las fronteras para traficar personas, armas y drogas.
En «Crime and Punishment: An Economic Approach» (1968), el Nobel Gary Becker explica que el nivel de delincuencia depende de las preferencias del posible delincuente, el nivel de educación, los antecedentes socioeconómicos, los tipos de castigos legales y las oportunidades de empleo. Como todos los demás, el delincuente trata de maximizar la utilidad eligiendo lo que cree que es mejor. El delincuente asigna «precios» a los delitos en un proceso competitivo de precios relativos, definiendo tácitamente una matriz de precios de las actividades delictivas. Si los costos de cometer un delito exceden los beneficios esperados… ¡no lo hará! Por otro lado, si los costos de cometer un delito son bajos, el delincuente optará por llevarlo a cabo. Los estándares morales son irrelevantes para el precio que un criminal asigna a un delito. Si una persona respeta la vida, libertad y propiedad, no cometerá ninguna infracción, incluso si se garantiza que no será detectado.
El principio de las «ventanas rotas» también ofrece algo de luz para reducir el nivel de delincuencia a corto plazo: si aparece una ventana rota en un edificio, y no se repara pronto, el resto de ventanas acabarán rotas inmediatamente. ¡Hay que arreglar cuanto antes la ventana rota! Si hace la vista gorda ante la violencia y no la detiene rápidamente, no se sorprenda si se encuentra en un país atractivo para el crimen organizado. Este principio puesto en práctica es el caso de El Salvador (uno de los países más peligrosos del mundo), donde el Presidente «millennial» Nayib Bukele ha librado una guerra frontal contra las pandillas, incluidas las Maras. El Presidente emprendió un régimen de emergencia desde finales de marzo de 2022, anulando los derechos y libertades de los delincuentes, y capturando a más de 56.000 pandilleros y personas vinculadas a estas bandas. No solo eso, Bukele ordenó «borrar» del país cualquier grafiti, símbolo o marca que haga referencia al crimen organizado que ha generado violencia durante casi 40 años. El resultado ha sido la reducción más notable de la violencia en toda América Latina: 7,8 homicidios por cada 100.000 habitantes, por debajo de la media internacional de 8. Ante las críticas de algunos organismos internacionales, el Presidente salvadoreño respondió que «sí quieren tanto a los pandilleros, se los damos todos».
La PDI sugiere que la llegada de las Maras a Chile sería un efecto colateral de la efectividad del principio de las ventanas rotas desarrollado por Bukele. El crimen organizado siempre reaccionará a lo que hagan los gobiernos y buscará propagar células en otros países para la supervivencia de la pandilla. AthenaLab apuntan a que si el gobierno chileno no toma medidas rigurosas, «dejamos espacio para que el crimen organizado se instale en territorio nacional». Así las cosas, el Presidente Boric y su gobierno pueden cambiar el curso de la historia siguiendo las enseñanzas de la teoría económica y la evidencia empírica o, por el contrario, la tragedia será la costumbre.