El ansiado programa de la Concertación
Anthony Downs sostenía que los partidos políticos elaboran programas para ganar elecciones, más que ganar elecciones y de ese modo aplicar programas. Ciertamente, por cínica que parezca esta tesis, refleja en gran medida los derroteros por los que se mueve la política real. La base electoral de un partido o coalición no siempre es homogénea, al punto de que todos sus electores, militantes y dirigentes coincidan plenamente. De este modo para concitar apoyo electoral, los programas contienen una cuota significativa de ambigüedad, cuyo propósito central es permitir un grado de acuerdo tal que permita ganar elecciones y que la mayor cantidad de personas se sienta interpelada. Es decir, que todos puedan decir finalmente que han sido considerados sus planteamientos. No es casualidad que el propio Walker (Ignacio), habiendo redefinido lo que para la DC serían los temas valóricos —la injusticia, la desigualdad, el desempleo, el deterioro del medio ambiente, etc., más que el matrimonio igualitario—, señalara que se sentían plenamente satisfechos. Por último, Vallejo mas escéptica habiendo advertido la necesidad de revisar «punto por punto» el programa y así visualizar la «letra chica», terminó señalando que en lo grueso, en educación, concordaban con el programa.
Pero además de la ambigüedad, el programa es extraordinariamente ambicioso. En efecto, de los 3 pilares sobre los que estaba originalmente estructurado, es decir, reforma constitucional, educación y reforma tributaria tuvo que dar lugar a temas que irremediablemente tienen que ser desarrollados en todo programa: descentralización, desarrollo económico, salud, vivienda, pobreza, equidad de género, modernización del Estado, discriminación, cultura, transporte, etc.
Cabe preguntarse acerca de cómo en 4 años sería posible llevar a cabo un programa de esta envergadura. Por lo pronto, en materia tributaria se plantea una reforma cuya recaudación sería de US$ 8.200 millones, a los que se sumarán otro monto similar, y que, en lo sustancial, provendría de holguras de crecimiento económico, menor evasión, reasignaciones presupuestarias, y otros cambios tributarios que, aunque menores, son no poco controvertidos (impuestos a combustibles).
Por su parte, en educación se expresan frases como las siguientes: «Todos los establecimientos educacionales deberán ser de excelencia. Para esto debe entregarse las herramientas y recursos necesarios para mejorar la calidad y asegurar una efectiva fiscalización…».
Asimismo, se plantea acabar con el financiamiento compartido; terminar con la administración municipal de la educación; la creación de 2 universidades estatales en regiones y centros de formación técnica en cada región, asumiendo a priori que son necesarios; se plantea la construcción de 4.500 nuevas salas cunas para incorporar a cerca de 90.000 menores.
Por otra parte, en materia de reforma constitucional, el prurito fundacional de la que hoy empapa a la Concertación, plantea ajustes y definiciones propias, que sin lugar a dudas trazan desafíos y debates legislativos no menores, y que tomarán tiempo.
Finalmente, hay muchas otras propuestas tales como nuevos ministerios; ampliar las coberturas de salud; el salvataje de Enap; la elección de intendentes (y sin quererlo se dará más poder a las regiones mas pobladas); estudiar la situación de los deudores de Indap (¿condonación de deudas?), etc., que no sólo demandarán tiempo, sino que también recursos.
En definitiva, el programa tiene un problema de fondo, que es el exceso de expectativas sobre el que cimienta y las que posiblemente generará.