Educando para preguntar
Para la mayoría de nosotros es normal pensar que la escuela es el lugar en el que se obtienen respuestas, y esperamos que los profesores transmitan a nuestros estudiantes el abultado cúmulo de conocimientos que la humanidad ha desarrollado desde los comienzos de su historia.
Sin embargo, si este conocimiento se enseña desprovisto del contexto en el cual surgió, puede volverse completamente irrelevante, innecesario y desmotivante. En efecto, el conocimiento ha surgido en respuesta a preguntas que hombres y mujeres se hicieron años atrás, y a los problemas que ellos enfrentaron. La tarea de la escuela, entonces, es clavar en ellos la espina de la curiosidad, porque allí se anidan y crecen las preguntas, ensayando luego caminos para responderlas.
La capacidad de hacer “grandes” preguntas, como las llama David Perkins en su libro Future Wise, es fruto de dos actitudes que los profesores deberíamos poder modelar a nuestros estudiantes.
La primera de ellas, “wondering at”, consiste en ser capaz de sentir admiración y maravillarse por el entorno. Un profesor puede transmitir a sus estudiantes cómo lo conmueve la lectura de los “Sonetos de la Muerte” de Gabriela Mistral, o la magnífica simplicidad del Teorema de Pitágoras. Según Perkins, la capacidad de maravillarse es el primer paso para despertar la curiosidad.
La segunda actitud, “wondering about”, consiste en hacerse preguntas en torno a aquello que despertó nuestra admiración. Siguiendo los ejemplos anteriores, el mismo profesor puede ayudar a sus estudiantes a formular preguntas en torno a la elección de palabras de Mistral: ¿Cómo cambiaría el poema si dijera “tirando tierra”, en lugar de “espolvoreando tierra”?, o acerca de ¿cómo fue el proceso mediante el cual Pitágoras estableció su teorema?
Perkins asegura que el currículum escolar debiera plantearse en torno a grandes preguntas, aquellas que tocan ideas y valores profundamente humanos. Como criterio para elaborar las interrogantes, el autor establece cuatro ideas: visión, acción, ética, y oportunidad.
En primer lugar, la respuesta a la pregunta debe aportar una visión relevante acerca de un tema, debe aumentar nuestro conocimiento. También, la respuesta debe poder ser aplicada en acciones concretas, y en específico, debe contribuir a mejorar nuestra sociedad y el mundo en el que vivimos. Por último, la respuesta a la pregunta debe ser relevante para los estudiantes, porque presenta frecuentes ocasiones para aplicarla.
Perkins sugiere que los objetivos de cada unidad se planteen en forma de preguntas, y asegura que todas las preguntas se pueden elaborar de modo de despertar la curiosidad de los estudiantes.
Por ejemplo, en lugar de preguntar por tres causas de la Revolución Industrial, Perkins propone preguntar, “¿qué condujo a que la Revolución Industrial ocurriera cuándo y dónde sucedió, en circunstancias que por siglos habían existido civilizaciones altamente tecnológicas y sofisticadas?”.
En un mundo en el que el conocimiento está cada vez más al alcance de todos, la capacidad de hacer preguntas acerca de nosotros mismos y del mundo que nos rodea es una habilidad crucial que hace justicia, por lo demás, a la capacidad de razonar, que es profundamente humana.
Las vacaciones, con momentos de descanso compartidos por niños y adultos, ofrecen un espacio privilegiado para ejercitarnos en el arte de hacer buenas preguntas.
Acá dejo algunas que pueden inspirar exploraciones y conversaciones interesantes.
¿Cómo toman agua dulce los peces, si están en medio del mar?
¿Por qué algunas personas se casan, y otras no?
¿Por qué flotan los barcos, si son tan pesados?
¿Cómo se escribe una canción? y ¿por qué el río Mapocho no es como el Bío-Bío?