Educación y diversidad
Nadie se atrevería a negar el valor que la diversidad tiene en la construcción de una sociedad mejor. La diferencia ya no es sólo tolerada, sino que buscada y — valorada, al punto de transformarse hoy en un pilar fundamental para el desarrollo. En el ámbito de la educación, se dice que necesitamos construir un nuevo sistema donde se produzca integración y no segregación. Se enfatiza el valor que tendría contar con un sistema educacional que permita el encuentro de estudiantes de distintos orígenes socio-económicos, pensamientos, religiones y razas.
Comparto plenamente este objetivo social y creo que, efectivamente, tendremos una mejor educación y país cuando logremos una mayor integración. Sin embargo, he echado de menos en esta discusión el uso del mismo argumento respecto de las instituciones. ¿No es mejor la educación cuando existe mayor diversidad en la oferta? ¿No es bueno que distintas visiones y formas de hacer educación se plasmen en distintos proyectos? La discusión actual en torno a la educación apunta en la dirección contraria: en la dirección de limitar la diversidad, de limitar la creatividad, en definitiva, de limitar la innovación. Se habla de restringir la iniciativa privada en educación, de acreditar, de estandarizar, de regular, de controlar. Pareciera ser que en este punto la diversidad no es tan virtuosa. ¿Dónde está el énfasis en generar nuevas y mejores iniciativas? ¿Qué leyes apuntan a potenciar la oferta educacional y hacerla aún más rica? No desconozco la necesidad de mejorar nuestra legislación actual y corregir aquello que es necesario corregir, pero espero mía discusión balanceada, que enfatice también la importancia de fomentar la diversidad en educación.
En ese sentido, los cambios en nuestro sistema educacional deberían también apuntar a generar mayores incentivos a que nuevos actores entren al mundo de la educación, a que los actores actuales tengan más espacio, apoyo y motivación para desarrollarse, a motivar el cambio y la innovación y a que no se ahogue a las instituciones que tienen propuestas distintas. No sólo necesitamos regular más, necesitamos también meter oxígeno al sistema, dar espacio a nuevas ideas y permitir así su permanente renovación.
El sistema educacional chileno tiene defectos, pero ha sido exitoso en generar una oferta diversa, donde se expresan distintas visiones y formas de hacer educación. El modelo ha generado el espacio y los incentivos para que desarrollen proyectos distintos que de manera agregada conforman un sistema rico en diversidad, diversidad que debemos cuidar y potenciar.
Hace algunas semanas tuve el privilegio de participar en el proyecto E-Ship, el barco de la innovación. Este proyecto, organizado por Stanford University, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad del Desarrollo, fue un intento por buscar nuevas formas de motivar y enseñar a nuestros alumnos. Fue un experimento exitoso, donde tres instituciones muy distintas, con orígenes y miradas muy diferentes, trabajaron de manera colaborativa para generar innovación en educación.
Pura diversidad, pura innovación, puro valor. Me preguntaba en cada momento si un proyecto tan potente como éste hubiera sido posible en un contexto donde sólo se enfatiza la homogeneidad, los estándares y las regulaciones.
Creo firmemente que así como la diversidad de individuos contribuye a crear una sociedad más rica, la diversidad de proyectos educativos también lo hace. Es el oxígeno del sistema, es lo que permite el cambio y la renovación. Es así que la discusión sobre educación no sólo debería limitarse a buscar mayor integración, cosa totalmente desea ble, sino que generar los espacios y los incentivos para que existan más, mejores y distintas propuestas a cómo enfrentar el desafío de la educación.