Educación, reorientar el rumbo
En un ensayo de Valentina Verbal, denominado “Feminismo antes del feminismo: liberalismo y agencia femenina en el siglo XIX chileno”, del recomendable libro “Mujeres) en plural. Mujeres y feminismos en la democracia chilena”, de Faro UDD Ediciones, la autora revive evidencia histórica para dar Cuenta de los logros que, en favor de las mujeres, impulsó el Estado liberal chileno en dicho período.
En él reflexiona sobre cómo, por medio del reconocimiento de derechos civiles y un conjunto de acciones efectivas adoptadas en ese marco, seabrieron oportunidades y tuvieron lugar sustantivos avances para que las mujeres accedieran a la educación profesional. Todo ello, en el contexto de una relación virtuosa entre estructura y agencia.
El breve resumen referido no le hace suficiente justicia al artículo, pero me permite encuadrar las reflexiones que este me evocó, aplicables a otras categorías, a propósito de los pasajes que cita de la obra de los hermanos Amunategui y su visión respecto de la educación.
En uno de ellos se lee que “el gobierno, en vez de tratar como enemigos a los individuos y corporaciones docentes, debe recibirlos con favor y regocijarse por el auxilio que ellos vienen a prestarle. La obra de la educación pública es demasiado difícil, demasiado complicada para rechazar la cooperación de ningún operario”.
Al mismo tiempo expresaban que cuando el “Estado tiene escuelas las abre para todos y procura que todos asistan a ellas. Así evita que la sociedad se divida en dos porciones enemigas, una aristocrática de la instrucción y otra plebe de la ignorancia”. Lo que no debía ocurri es que una aumentara en su ilustración y la otra se hundiera en la oscuridad.
Las reflexiones efectuadas, hace más de un siglo atrás, no pueden ser más pertinentes hoy. ¿No debiéramos elevar y abrir la cancha de las oportunidades a todos los niños y jóvenes del país, más allá de su condición socioeconómica, y bajo una acción colaborativa? Por supuesto. El norte es y debe ser nivelar hacia arriba y no bajar de los patines a niños, niñas y jóvenes como lo hicieron (y así lo reconocieron sus impulsores) las llamadas políticas “progresistas” y que hoy, lastimosamente, se pretenden emular en la educación universitaria, emparejando la cancha hacia abajo.
¿Por qué no retomar, con urgencia, la idea de que las corporaciones docentes privadas son colaboradoras en el rol del Estado y, así, facilitarsu tarea en pos de una educación de calidad para niños y jóvenes, para el progreso inclusivo? Hoy, pareciera que se las ha declarado enemigas, llenándolas de burocracia que dificulta su labor, al mismo tiempo que se han reducido las alternativas disponibles para las familias producto de la eliminación del financiamiento compartido, sin generar resultados favorables en el objetivo de inclusión.
Es hora de reorientar la tarea. Es imperativo devolverle los patines a la educación que hoy no solo carece de ellos, sino que cojea, y con ella el porvenir de las nuevas generaciones.