Educación para el emprendimiento
Somos cada vez más los que pensamos que el emprendimiento y la innovación son de las llaves más importantes para el crecimiento del país. Por otra parte, llevamos bastante tiempo debatiendo sobre educación, sin duda una base fundamental para lograr el mismo objetivo. En este sentido, vale la pena dedicar algunas líneas justamente a la intersección de estos mundos, a la educación para el emprendimiento y el potencial de su contribución al desarrollo del capital humano nacional.
¿Qué significa educar para el emprendimiento? Por un lado se encuentra la visión del mundo empresarial que plantea la creación de nuevos negocios, desde donde se han generado nuevos conceptos y modelos aplicables en emprendimiento (como design thinking o lean startup), que se han masificado en el hoy dinámico ecosistema emprendedor chileno, contribuyendo en cultura, confianza y, por lo tanto, en la proliferación de nuevos proyectos.
Sin embargo, también es importante preocuparse por la probabilidad de éxito de los emprendimientos que van surgiendo. Aquí es donde otros elementos pueden contribuir y donde la formación en emprendimiento tiene un rol fundamental.
Por un lado, necesitamos incentivar la identificación con un propósito por parte de los emprendedores, y desde esa motivación intrínseca, real y explícita, ayudarlos a generar una alta capacidad de movilizar recursos de todo tipo, entendiendo que la iniciativa y la orientación a la acción debieran activarse de manera más natural una vez que se cuenta con lo anterior.
Otro de los elementos que puede contribuir al éxito de un proyecto es tener una visión más amplia del concepto de emprendimiento y vincularlo con una serie de valores que algunos (pocos aún) han comenzado a promover en la educación escolar e incluso preescolar, como liderazgo, autonomía, responsabilidad, etcétera.
Al igual como ocurre en otros debates que han dado más que hablar, será fundamental entender que la calidad de la educación depende en buena medida del momento en que ocurre.