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UDD en la Prensa

Economía: percepciones confusas

 Hernán Cheyre
Hernán Cheyre Director del Centro de Investigación Empresa y Sociedad, CIES

Está enrarecido el aire que se respira en cuanto a las percepciones sobre la economía. A la buena noticia que significó la corrección de las estimaciones preliminares sobre crecimiento del PIB el año pasado desde -0,2 a +0,2 por ciento, la siguieron los favorables resultados del Imacec en los meses de enero y febrero (2,5 y 4,5 por ciento, respectivamente), lo cual permite augurar un mejor registro durante 2024.

De hecho, el Informe de Política Monetaria (IPoM) que el Banco Central publicó la semana pasada reconoce esta situación, habiendo ajustado al alza sus estimaciones de crecimiento del PIB para este año al rango de 2 a 3 por ciento. Hasta aquí, todo viento en popa.

Sin embargo, este mismo reporte del instituto emisor incorpora señales en la carta de navegación que son indicativas de un período en que la fuerza del viento se va a atenuar, y por tanto la velocidad de avance va ser más lenta. En términos de crecimiento del PIB, las estimaciones se ajustaron al rango de 1,5 a 2,5 por ciento, inferior a la que se venía considerando hasta esa fecha. Y sin ninguna duda el elemento que más preocupa es la evolución que se espera para la inversión: la formación bruta de capital fijo, que disminuyó en 1,1 por ciento durante 2023, se contraería nuevamente este año, y esta vez en una proporción algo mayor (2 por ciento).

Para una economía que ha venido ajustando a la baja su potencial de crecimiento, el cual medido por el PIB tendencial no supera el 2 por ciento anual, una nueva contracción de la inversión constituye una muy mala noticia. Si a ello se agrega que la productividad continúa estancada y que la generación de nuevos empleos formales avanza todavía a tranco débil, definitivamente las perspectivas en cuanto a crecimiento futuro no son alentadoras. Y esto no es ideología, es lo que nos están diciendo los datos duros que publica el Banco Central.

La contrapartida positiva de lo anterior es que, no obstante la amenaza que ello implica, se trata de un escenario que puede ser modificado. En materia de inversión ya son conocidos los problemas derivados de la “permisología”, y en ese sentido la iniciativa legal que se está tramitando apunta en la dirección correcta. Pero el problema de fondo va mucho más allá de leyes o reglamentos: lo que se necesita es voluntad política y capacidad de ejecución para acelerar estos procesos.

En lo referido a inversión pública, es preocupante la subejecución presupuestaria que se ha observado, especialmente en áreas como la vivienda, donde las necesidades sociales son apremiantes. Y en los sectores donde Chile se encuentra en una posición de privilegio, como es el caso de las materias primas para la electromovilidad, el control estatal de los nuevos proyectos en empresas que carecen de la experiencia requerida -así como de las espaldas financieras mínimas para abordar estos desafíos- plantea el riesgo de que se pierda una ventana de oportunidad que prontamente podría desaparecer.

Dicho todo lo anterior, es claro que el problema para retomar el crecimiento no es uno de falta de recursos, sino que de generar los espacios y el contexto requerido para que la iniciativa privada pueda desplegarse con todo su potencial. Si se sigue haciendo más de lo mismo, los resultados no van a ser muy diferentes.