Deuda pública al alza
La deuda pública ha aumentado considerablemente en los últimos quince años. Si en 2007 el fisco adeudaba un 4% del PIB, hoy adeuda un 40,7%, el nivel más alto en 34 años. Por otro lado, si en 2008 el tesoro público tenía activos financieros por 17% del PIB, hoy apenas alcanzan un 5,1%.
Si sumamos los pasivos contingentes del fisco, como las garantías al crédito de educación superior (CAE) o la garantía estatal a la deuda de las empresas públicas, la contabilidad ascendería a más de un 51% del PIB.Lo preocupante no es tanto por el nivel de la deuda, sino que la dinámica ha sido imprudente en los últimos años, y urge detener la presión fiscal que la alimenta.
¿Qué opciones hay? Básicamente, tres: subir impuestos, bajar gasto o crecer. Partamos por la primera. El argumento es que, si el fisco pudiera recaudar más subiendo impuestos, podría cubrir los déficits y detendría la dinámica al alza de la deuda. En el mejor escenario, generaría superávits y comenzaría a reducirla. Pero esta alternativa supone riesgos. Primero, no da certezas respecto a que el gasto podría continuar aumentando, haciendo insuficiente los mayores ingresos. Y segundo, mayores impuestos podrían mermar el crecimiento, recaudando menos de lo esperado. Es decir, sería la mejor opción solo en un mundo de menores expectativas de gasto y elasticidad cero, condiciones que hoy no se cumplen.
La segunda opción es bajar gasto. Alessina, Favero y Gavazzi (2019) encontraron que aquellos países que optaron por reducir el gasto lograron resolver de manera más efectiva las presiones fiscales que aquellos que subieron impuestos. ¿La razón? Bajar el gasto daña menos al crecimiento que subir impuestos.
Finalmente, la tercera opción: crecer. Este camino es el que más urge retomar. La reducción de la relación deuda PIB en Chile desde los 90 hasta 2007, de 37% a 4% del PIB, se debió a una expansión del crecimiento más que a una baja de la deuda en sí. Hoy, un punto de crecimiento extra aportaría 800 millones de dólares a la recaudación.
Las opciones no son excluyentes entre sí, pero su combinación puede potenciar o disminuir sus efectos. Cuando miremos el presente en retrospectiva, tal vez concluyamos que la buena economía rara vez es la opción políticamente más atractiva, y si la mala economía no incomoda políticamente en lo inmediato, en el largo plazo constituye el peor camino.