Desinformación: cada vez más vulnerables
Los últimos sucesos climatológicos volvieron a poner en la palestra un concepto al que los habitantes de nuestro país ya estamos familiarizados: vulnerabilidad. Mirado desde las más diversas ópticas, es cada vez más frecuente la sensación de sentirnos vulnerables.
Este sentimiento resulta bastante lógico si es que entendemos la vulnerabilidad como el riesgo, las amenazas y las crisis que pueden causarnos daño, así como, de acuerdo con la definición oficial, la fragilidad inherente de todos nosotros que nos hace susceptibles de sufrir daños.
Así, los contextos que pueden hacernos sentir vulnerables son múltiples: enfrentar problemas de salud, dificultades económicas que afecten la estabilidad financiera, cambios significativos en la vida como la pérdida de un empleo o al enfrentarse a situaciones de discriminación o exclusión social. Además, eventos como desastres naturales, conflictos familiares o sociales, e incluso la exposición a situaciones de riesgo o peligro, como el clima.
Pero ¿podría el entorno mediático actual generar un nuevo tipo de vulnerabilidad?
La presencia de «vulnerabilidad mediática» en la población digital se evidencia en el proceso informativo que tiene lugar en las redes sociales, donde la desinformación prolifera y los sesgos cognitivos influyen en el procesamiento de la información. En ese sentido, la saturación de la información, más la forma de comunicar distante de la ciencia, en contraste con la carga sentimental de la comunicación, coloca al ciudadano frente a la encrucijada de hacer caso a los datos duros o guiarse por las emociones a las que se apela en comunidades digitales.
Diversos estudios académicos respaldan la existencia de la vulnerabilidad mediática, especialmente en redes sociales. Estas plataformas son donde muchas personas consumen noticias, pero los jóvenes adultos, a pesar de estar familiarizados con ellas, son especialmente vulnerables para evaluar la calidad de la información en línea. Un estudio realizado por Stanford History Education Group revela que los más jóvenes tienen dificultades para juzgar la credibilidad de la información en línea.
La facilidad de quedarse sólo con los titulares y la apelación a las emociones en lugar de los argumentos, contribuyen a la pérdida de prestigio de la verdad y del espíritu crítico. La abundancia de información que debemos filtrar diariamente genera incertidumbre y ansiedad, lo que nos hace más susceptibles a la manipulación y la aceptación acrítica de lo que vemos.
La falta de verificación de los datos y la urgencia de ser los primeros en compartir «noticias» también contribuyen a la vulnerabilidad mediática. Muchas personas creen sin cuestionar todo lo que leen por el deseo de obtener reconocimiento social o económico. Esta falta de verificación y el afán de sorprender pueden llevar a la difusión de información falsa y aumentar la vulnerabilidad frente a la desinformación.
En síntesis, la vulnerabilidad mediática es un fenómeno complejo que se relaciona con la forma en que las personas procesan y perciben la información mediática. Factores psicológicos, como la preferencia por evitar las malas noticias, y factores sociodemográficos, como la edad y el nivel educativo, influyen en la susceptibilidad de las personas a la manipulación y la desinformación. La falta de espíritu crítico, la preferencia por la inmediatez y la falta de verificación de la información también contribuyen a esta vulnerabilidad.
He aquí un gran desafío informativo, educativo, normativo y social.