Deshacer el cuerpo. Las voces de los que no están
Hace justo un año publiqué una columna titulada Asedio a la niñez trans, en la cual manifestaba mi preocupación puesto que luego de conocerse el Reporte Cass, se originaron una serie de teorías conspirativas y una actitud transfóbica “que termina desprotegiendo aún más aquello que tanto dicen cuidar”. Incluso hay llamados desde el parlamento a suspender el Programa de Apoyo a la Identidad de Género (PAIG), el cual, como sabemos, es una iniciativa mandatada por la Ley de Identidad de Género que busca brindar acompañamiento psicosocial a niños, niñas y adolescentes cuya identidad de género sentida no coincide con su sexo asignado al nacer (trans y de género no conforme). Dado el tiempo transcurrido, me interesó asistir al lanzamiento del libro del IES “Deshacer el cuerpo. Cuatro objeciones a la agenda trans”, con la intención de conocer otra mirada respecto de un tema tan complejo como este. Escrito por dos magísteres en historia (Josefina Araos y Catalina Siles), un doctor en filosofía (Manfred Svensson), y un doctor en ciencia política (Daniel Mansuy), el libro pretende ofrecer una mirada crítica “sobre los antecedentes y efectos del enfoque transafirmativo”, como contrapunto a algunas filosofías que “pretenden imponer su propia visión sofocando cualquier asomo de disidencia”.
En la presentación del libro, Svensson, hablando a nombre de los cuatro autores, se pregunta respecto de qué tipo de respuesta debe haber hacia el otro y el problema que habría si esta respuesta es una de “simple afirmación”. Las respuestas que nos debemos los unos a los otros, dice Svensson, “son las del respeto, del amor, de la libertad del otro”, pero aquella respuesta “simplemente afirmativa, si afirmo apresuradamente y algo se escapa en mi diagnóstico y estoy obviando otros problemas que subyacen a una disforia, sin dejar espacio para la duda, la pregunta o la espera, supondría tener resuelto el lugar que la diferencia sexual tiene en la vida en común, aquello que estaríamos lejos de lograr”. Subyace en esta idea que el objetivo del PAIG es el de afirmar una “identidad trans” y que además se hace de manera apresurada, incluso dando bloqueadores de la pubertad. Dado que ese no es el objetivo del programa, me atrevo a suponer que durante la escritura del libro, sus autores no se tomaron el trabajo de entrevistar a las personas encargadas del programa, a las duplas psicosocial que tienen a su cargo la orientación de estos niños, niñas y adolescentes que consultan, y a los cientos de beneficiarios de dicho programa. Es decir, pareciera que hay “voces que faltan” en este libro.
¿Cuáles serían las consecuencias de suspender este tipo de programas? Para contestar esta pregunta, es interesante conocer lo que se está reportando en el extranjero, lo cual me temo debe ser similar a lo que podría llegar a suceder acá. En entrevistas a adolescentes con género diverso y sus cuidadores en EE.UU., se evaluó el impacto que ha tenido la suspensión de terapias género afirmativas. Se identificaron cuatro temas principales: efectos directos de la pérdida de acceso a intervenciones médicas afirmadoras de género, con impacto sobre el bienestar; preocupación por la creciente hostilidad hacia la comunidad trans, señalando un aumento en la negatividad social; trastornos personales y sociales, que reflejan los múltiples aspectos de la vida de las familias afectadas; y la movilización hacia la acción social, documentando esfuerzos para lograr cambios sociales (Brandon-Friedman 2025). Otro trabajo en el Reino Unido (Kennedy, 2025), sugiere que la prohibición ha sido una preocupación para los niños que actualmente son conocidos únicamente por el género con que se identifican y temen ser revelados de manera coercitiva. Los padres también informan sobre aumentos en los niveles de estrés y preocupación respecto al bienestar de sus hijos y la posibilidad de que puedan intentar suicidarse. También se reportaron niveles crecientes de transfobia y exclusión social desde la imposición de la prohibición.
Es decir, ambos trabajos apuntan a que las leyes que prohíben las intervenciones afirmativas del género sentido afectan a las personas con diversidad de género y sus familias, más allá de limitar el acceso a la atención médica. Aumentan los factores de estrés social, provocan interrupciones en los vínculos sociales, e incrementan la hostilidad hacia la comunidad trans. En Chile aún estamos a tiempo para dar una profunda mirada ética y humana a este tema muy complejo, sin que esto signifique dejar a estas personas y sus familias sin el apoyo requerido.