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Deserción escolar: ¿Cómo innovar en las soluciones?

 Joaquín Lavín
Joaquín Lavín Académico Facultad Economía y Negocios

Haber sido el país de la OCDE que mantuvo por más tiempo las escuelas y colegios cerrados por la pandemia (259 días) nos comenzó a pasar la cuenta. Las cifras conocidas respecto del aumento de la deserción, sumado al incremento del porcentaje de inasistencia a clases (especialmente grave en primero y segundo básico) nos deben no solo conmover, sino mover a la acción. En todo caso, el problema no es solo chileno, es mundial.

Las secuelas de lo vivido seguirán manifestándose en unas cada vez mayores brechas de aprendizaje. Según estudios para Latinoamérica, la pandemia profundizó la desigualdad en el acceso a educación de calidad, perjudicando especialmente a los más vulnerables, a las zonas rurales, a las estudiantes mujeres entre 15 y 17 años (en que un porcentaje debió asumir funciones de cuidado en el hogar) y a los niños pequeños.

Las secuelas serán permanentes si no ponemos todo el foco en reducir ahora esas brechas. No hay todavía estudios en Chile al respecto, pero uno realizado en las escuelas públicas en São Paulo, Brasil, consignado por el BID en el informe “Cómo reconstruir la educación pospandemia”, señala que los estudiantes aprendieron solo el 27,5% de los contenidos que debían haber aprendido si hubieran tenido clases presenciales. Ya hay estudios para América Latina que indican que la brecha de aprendizaje acumulado es de 2,5 años para los estudiantes de niveles socioeconómicos bajos en relación con sus pares de quintiles más altos, y cálculos que sitúan por sobre el 10% la pérdida de ingresos laborales a lo largo de la vida para quienes están próximos a buscar empleo.

A lo anterior debemos sumar tres factores adicionales que hacen más difícil la tarea: el costo emocional y el efecto en la salud mental de los niños y jóvenes que provocó la pandemia, la situación económica de las familias, y nuestros problemas de seguridad. El porcentaje de alumnos de enseñanza media de una familia cuyo jefe de hogar no tiene empleo subió del 20% al 27% y los estudios muestran que la probabilidad de asistencia a la escuela se reduce significativamente cuando el jefe de hogar no genera ingresos. Y en cuanto a la seguridad, “la disposición a aprender disminuye cuando la seguridad personal está en juego”, según indica el informe del BID, factor que puede ser importante en ciertos barrios e incluso al interior de algunos de los antiguos liceos emblemáticos.

La tarea es titánica y es necesario hacer un esfuerzo por encontrar las mejores prácticas, revisando qué están haciendo en otras partes del mundo. En todo caso, hay dos temas clave: centrarse en lo local y digitalizar la educación:

1. El factor “local”: parece obvio, pero es a los municipios a los que debe encomendarse la tarea de “rastrear” y recuperar a los estudiantes que han dejado la escuela. En la búsqueda activa y el rastreo deberían contar con el apoyo de las juntas de vecinos y de las organizaciones de la sociedad civil. En esto es necesario ocupar tanto herramientas digitales como visitas a domicilio. Es evidente que una estrategia exhaustiva de rastreo, que involucre posteriormente tutorías, mentorías, apoyo socioemocional e incluso a veces apoyo económico a las familias de los desertores encontrados, tiene un costo involucrado que será muy difícil para los municipios sin el apoyo de una subvención ministerial especialmente diseñada para este objetivo.

Pero está claro que solo los municipios pueden llevar adelante una tarea como esta, que requiere raíces territoriales y comunitarias. En esta materia, el programa Decí Presente, aplicado en Buenos Aires, es una experiencia que vale la pena estudiar.

2. Digitalización de la educación: es muy importante aprovechar este problema como una oportunidad de avanzar en la digitalización de la educación. Y esto en dos sentidos. Primero en la conexión con las familias. Ha sido destacado internacionalmente el caso del estado de Goias, en Brasil, en que a través del envío de mensajes de texto (SMS) a alumnos de enseñanza media (especialmente mensajes motivadores) lograron reducir en 20% el riesgo de deserción. Pero la digitalización también es clave para disminuir más rápido las brechas educativas que generó la pandemia, a través de aplicaciones que promueven las habilidades de lenguaje y matemática, y que se han masificado en el mundo poscovid. Estas constituyen un complemento muy significativo a la educación que los niños reciben en las escuelas.

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