Decir que sí con entusiasmo y convicción
Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua.
Pablo Neruda. Confieso que he vivido.
Las últimas denuncias de abuso sexual y violación, por todos conocidos, hacen necesario una vez más considerar cuáles son aquellos requisitos para consentir una relación íntima, puesto que sin consentimiento, ese encuentro es siempre abusivo. Consentir significa estar activamente de acuerdo con realizar actividades de índole sexual con otra persona. En la escena que describe Neruda, es evidente que la muchacha nunca consintió en tener sexo; estando en una situación de dependencia y subordinación, no pudo o supo negarse.
El consentimiento debe entenderse como un proceso continuo, dinámico. Nunca es algo estático, que se otorga una vez y es válido para todas las siguientes ocasiones; en consecuencia, puede ser retirado en cualquier momento. El haber aceptado una salida a comer, una invitación al departamento o incluso al dormitorio, o el haber tenido sexo consentido antes, no significa que la persona ahora no pueda decir que no. En este sentido, llama mucho la atención los comentarios en las redes sociales, que tienden a sancionar a la mujer que aceptó una invitación, porque “como es que no supo a qué iba”, o “si es obvio lo que él quería”, o, peor aún, “se lo buscó, porque miren cómo andaba vestida”. Ninguno de esos comentarios justifica una actividad sexual no consentida. Para evitar estos malos entendidos, es fundamental una comunicación constante, clara y explícita entre las partes: ¿te gustaría que…?, ¿puedo besarte?, no sólo son palabras de cortesía, sino que muestran un profundo respeto hacia la otra persona.
El consentimiento sexual implica un acuerdo explícito, libre y voluntario entre las partes involucradas. La verdadera comprensión del consentimiento va más allá de un simple “sí” o “no”, ya que requiere ser entendido y otorgado sin coerción, manipulación o presión. A modo de ejemplo, por las evidentes asimetrías de poder entre profesor y estudiante o entre jefe y subordinado/a, es improbable que la persona tenga real libertad para aceptar o rechazar una propuesta de carácter sexual, por lo que estos encuentros serán siempre considerados abusivos.
Desde una perspectiva bioética, al igual como ocurre en el ámbito clínico, el consentimiento está íntimamente ligado a la autonomía personal, un principio ético fundamental que defiende la capacidad de los individuos para tomar decisiones sobre sus propios cuerpos y su sexualidad. Es decir, para que el consentimiento sea válido, la persona debe comprender plenamente las implicancias y consecuencias de su decisión y debe ser capaz de comunicarse de manera inequívoca.
Existen ciertos factores que alteran el consentimiento, como el consumo excesivo de drogas y/o alcohol, pudiendo convertir a un adulto capaz, en alguien incapaz de tomar decisiones, comprometiendo así la validez del consentimiento. Asimismo, un menor por debajo de la edad de consentir (14 años en Chile), no puede otorga un consentimiento válido, puesto que se considera que no posee la madurez moral para tomar este tipo de decisiones. Así como ha penetrado en nuestra cultura “si bebes no manejes”, debiera también enseñarse que “si bebes, no tengas sexo”, porque no se está en condiciones de otorgar ni de recibir un consentimiento válido.
Vale la pena señalar que la responsabilidad de solicitar el consentimiento y respetarlo y también la claridad con que se fijan los límites recae en todas las partes involucradas; para que esto ocurra, se requiere de una educación sexual que promueva la empatía, el respeto por la otra persona y sus necesidades y deseos, y también una comunicación efectiva.
Promover una cultura que valore el consentimiento y la comunicación como componentes centrales en una relación sexo afectiva puede ayudar a mitigar conflictos posteriores y demuestra el necesario cuidado por el otro. Si bien algunos han propuesto formas de documentar -por escrito o mediante grabaciones- el consentimiento, esto sería un enfoque excesivamente contractual de la intimidad. En cambio, fomentar una comunicación clara y el respeto por los límites de cada persona sigue siendo la base para las interacciones éticas. Para que esto ocurra, se requiere de una educación continua, desde la primera infancia y hacernos todos responsables de nuestros actos.