De fascismo, perversiones y cigarrillos
Se acusa a la Monarquía Hispánica de haber creado la Inquisición, órgano con el que el poder civil y no la Iglesia, como equívocamente se repite, velaba por el comportamiento moral de sus vasallos. Se dirá que hoy el poder político no puede imponer comportamientos morales pues el lo resulta absurdo y propio de tiempos superados. ¡Cosas de los reyes de antaño! Pero pareciera que esta República que nos rige no ha aprendido natía de la experiencia de centurias de la Monarquía que la antecedió. Un cierto incómodo hedor a fascismo nos envuelve desde hace 22 artos. Todo en el Estado, todo para el Estado, nada Riera del Estado» diría Mussoiini y al parecer cuenta con varios émulos en nuestra tierra. Al ver el proyecto de la nueva lev sobre consumo de taboca experimentamos una incómoda sensación de asistir a una especie de terapia de comportamientos forzados verdades oficiales y moralidades políticamente correctas impuestas por el Estado que, cual octópodo, mete sus tentáculos en la vida privada de los ciudadanos con total impunidad. Si se piensa bien, las políticas públicas de los últimos 22 años, que el Estado ha llevado adelante en materia de hábitos personales y comjxirtamientos socialmente deseables, resultan más propias de una comedia de equivocaciones de Wilde, que de una sociedad verdaderamente civilizada. No puede dejar de recordarse que por obra del omnipresente Estado, los fumadores han pasado a ser una especie perseguida, socialmente despreciable y digna de ser encerrada en una pecera de cristal en restaurantes. Y ahora la nueva ley los tratará como leprosos. Esta actitud fascistoide 110 considera que hoy el consumo de tabaco es aún mayor que antes de la brutal intervención estatal.
El Estado se siente con derecho de imponer verdades oficiales, pero sus mensajes son, a lo menos, contradictorios. Nos dice: No se atrevan a fumar pues los castigaremos, perseguiremos y aislaremos. Protejamos a la familia pero facilitemos el divorcio express. Ojalá que todos practiquen el sexo desde la más temprana edad, háganlo y con furor.
pero no sin preservativos. No coman comida chatarra, pero beban todo el alcohol que sean capaces, aunque no vayan a intentar conducir habiendo tomado una sola copa, pues todas las penas imaginables caerán sobre sus pecadoras cabezas.
Hay algo muy malo en todo esto. Se olvida que hay una esfera de la vida humana que no puede ser invadida por el Estado. Aceptar lo contrario implica aceptar el dominio de la fantasía sobre la realidad.