Curas choros y humildad
Hace un par de semanas, un presbítero santiaguino. en una de las entrevistas que periódicamente solicita a los medios de comunicación, se permitió algunas expresiones sobre la Iglesia Católica chilena, sus fieles y pastores e incluso sobre la validez de sus sacramentos y ritos. Se han alzado voces en su apoyo, aunque ellas no siempre provienen de fieles católicos sino del mundo de la política y la sociedad civil Éstas últimas lo califican de cura choro». Muy respetables resultan sus opiniones. Pero permítaseme discrepar.
El sacerdote en cuestión ha olvidado, si alguna vez se instruyó en ello, de la tradicional recomendación sobre el escándalo, válida tanto para seglares como, principalmente, para miembros del clero. Y que un clérigo difunda opiniones tan injustas resulta escandaloso. Habría que preguntar por los responsables de su formación teológica. No, el evangelio que sigue el sacerdote polemista no es el de San Alberto Hurtado, ni menos el de San Ignacio de Loyola, el hidalgo español que creó la Compañía.
En sus palabras no hay una sola gota de humildad. más bien aparecen llenas de arrogancia, superioridad ¿moral? y orgullo. Pero, por una vez, ha sido censurado por sus superiores.
En una declaración editada por La Tercera, en medio del silencio políticamente correcto del resto de la prensa. el provincial de la Compañía expresa al arzobispo de Santiago: «Lamento mucho las declaraciones de F… Encuentro que sus generalizaciones son injustas, nada aportan a la vida de la Iglesia y nuestra tarea evangelizadora. Le pido perdón y, a través suyo nuestros postores.» Estas palabras son una brisa fresca para quienes han sido tan torvamente atacados por alguien que solo ve el mundo que a través del tamiz de su soberbia.
Pero además el Santo Padre Francisco nos acaba de recordar la recta doctrina, en una valiosa declaración difundida por Twitter, pues nuestros medios de prensa no se han interesado en ella:
«Algunos dicen sí a Jesús. pero no a la Iglesia. Es cierto, (la Iglesia) tiene algunos aspectos humanos. Sus pastores tienen defectos, imperfecciones pecados. ¡Yo también tengo muchos! Pero cuando nos damos cuenta de que somos pecadores, encontramos la misericordia de Dios. Ea Iglesia no es una organización que nace del acuerdo de algunas personas, pero es la obra de Dios, como lo señaló muchas veces Benedicto XVI.»
Basten estas sencillas palabras del Santo Padre para volvernos a la realidad. Al sacerdote que lanza sus anatemas desde la distancia, le pedimos no dejar de creer en Dios y en su Iglesia.