Cuando las comunidades entran en la ecuación
Es lejos el plano de acción menos comprendido de la sustentabilidad y donde los mayores errores se cometen. Quizá, por ser donde menos competencias se desarrollan a nivel de formación básica en carreras lejanas a las ciencias sociales y humanidades, donde lo relevante es enseñar la disciplina.
Un ejemplo cercano ha sido el caso de Freirina, donde es precisamente en este eje el que la empresa no logró comprender: El rango de influencia de la operación que afectaría más allá de lo que en sus inicios planearon y que no se responde con un «mapeo de stakeholders». En el proyecto prevaleció el espíritu de «favorecer la generación de empleo», pero, sin embargo, aquél indicador abstracto de beneficios no necesariamente refleja los cambios sociales que una actividad productiva puede ocasionar. Un error de diseño.
El error nunca fue la planta en sí, ni el espíritu de los beneficios esperados, sino la envergadura del proyecto real que no fue capaz de internalizar en su diseño original, la comprensión del ecosistema social como de sus cambios. Estos además nunca fueron puestos en línea con el Ciclo de Vida del Producto y Servicio. Sin embargo, la Ingeniería y los negocios no dependen de lo abstracto. Detrás del ciclo de vida de un producto, desde la cuna hasta la tumba hay una historia que contar, comprender, dimensionar y evaluar. La elaboración de un producto o servicio no sólo posee un impacto potencial en el medioambiente, sino también hay impactos sociales y económicos. A lo largo del proceso productivo, y consumo del mismo, convergen trabajadores, comunidades locales, consumidores, sociedad en general y todos los actores de la cadena de valor. Por lo mismo, como la cadena de valor no posee un único rostro, estas no son incorporadas en la planificación estratégica y menos bajo la elaboración de métricas.
En este contexto es necesario comprender que el análisis de ciclo de vida de un producto debe estar conectado con las relaciones humanas que subyacen a la cadena productiva. Este ejercicio es una poderosa herramienta para evaluar e informar sobre impactos y beneficios a lo largo del ciclo, desde la extracción de los recursos naturales a la disposición final.
Esta proporciona un marco teórico adecuado, desde el cual un grupo más amplio de partes interesadas puede comprometerse a avanzar hacia la responsabilidad social a lo largo del ciclo. ¿Qué medir? Depende del contexto social, demográfico y geográfico, en donde indicadores en los tres ejes debemos implementar. Quizá sería interesante incorporar desde el inicio de cada proyecto indicadores de normas de desempeño y condiciones laborales. Eficiencia e impacto de los recursos locales en relación a su impacto social, salud de la comunidad y seguridad, adquisición de tierras y reasentamiento involuntario, presencia de pueblos indígenas o cuidados del patrimonio cultural. Quizá sólo así se hubiera entendido que el problema en Freirina no era sólo el olor, sino la perturbación al ecosistema social que al más mínimo error, un conflicto socio-ambiental se iba a declarar.
Simple, la comunidad no quería cambiar.