Convivencia sana
A propósito de la celebración del Día de la Convivencia Escolar es indispensable instalar una mirada que busque estrategias que nos permitan gestionar cambios, los cuales feliciten un buen convivir entre los miembros de la escuela.
Podríamos aventurarnos a proponer estrategias simples, pero que no han logrado instaurarse como indispensables. Una de ellas es aprender a trabajar de manera cooperativa, no colaborando con otro para ayudarlo, sino que, gestionando las problemáticas, los logros, los proyectos y las esperanzas de un colectivo educativo desde las múltiples miradas que nos permitan una mejora conjunta.
Son innumerables las investigaciones y prácticas pedagógicas que avalan esta estrategia como uno los procesos más relevantes en el actuar pedagógico.
Tal como lo mencionan Torrego y colaboradores (2021) en su Modelo Integrado de mejora de convivencia, convivir implica un compromiso colectivo para generar el bienestar y la seguridad necesarias para aprender y resolver los conflictos de modo pacífico.
Nuestra cultura tiende a significar el conflicto de manera negativa, en vez de naturalizarlo como un proceso esperable en la interacción con otros. La diferencia está en la forma en que los resolvemos, y es ahí donde urge comenzar a usar prácticas cooperativas para generar aprendizaje de habilidades cooperativas entre los docentes, en los estudiantes, con los padres y con el entorno cercano. De este modo propiciaremos climas de aula y escolares que permitan que cada uno de los miembros de la comunidad educativa se sienta tranquilo y valioso en el espacio de aprendizaje.