Contra la corriente
La historia ha llamado a la gesta de los primeros españoles en el sur de Chile «conquista de exploración». A punta de machete y en nombre de la Reina, los conquistadores y sus huestes fueron despejando la selva fría para abrirse camino en el «confín del mundo» y frente a la férrea resistencia y pericia bélica de sus aguerridos habitantes. Algo similar fue la empresa, en principio heroica, que significó hace más de 30 años convertir a Chile en segundo productor mundial de salmón, a su vez segundo producto de exportación chileno después del cobre. Ser pioneros, sin embargo, tenía sus costos. El virus ISA arremetió a mediados de la década pasada, generando la peor crisis de la industria salmonera en su historia. Había llegado el punto de inflexión y esos mismos emprendedores debieron aprender a nadar contra su propia corriente y repensar el modelo para subsistir. Esta reinvención a la que se acogieron las salmoneras, la mayoría de ellas empresas familiares de primera generación, que habían logrado un crecimiento incluso a nivel de apertura de sus acciones en el mercado, implicó un trabajo tan valiente como el realizado en la primera fase. Si bien el Estado ha sido un buen socio para esta industria, fue la decisión responsable de sus gobiernos corporativos de mirar a largo plazo y la toma de conciencia para hacer las inversiones tecnológicas y sanitarias que implicaba recuperar la confiabilidad y preferencia de los mercados, la que primó en medio de la tormenta. No tenían más opción tras meses de pérdida de valor por estar en el tapete de la discusión en los más exigentes mercados mundiales. Impetu sí, pero con foco en la sustentabilidad y en el largo plazo más la tremenda experiencia acumulada, es el verdadero legado que esta primera generación de emprendedores les está traspasando a sus sucesores, que ahora tienen la misión de seguir ganando el terreno perdido en medio de un escenario no exento de dificultades.