Colegio de Arquitectos
Hoy los profesionales nos enfrentamos como nunca antes a un escenario laboral que no toma prisioneros, un sistema económico al que no le interesa el hombre como ser sensible y reflexivo, un modelo en que ha establecido y aplaudido al que es más rápido en su trabajo, más inteligente, más económico y que no tiene reparos en desplazar al que se le ponga por delante. Nuestro tiempo es el tiempo en que la moral y la ética se discuten y debaten y ya nada es ni tan cierto ni tan verdad. Ello se refleja en que los ex colegios profesionales ya no son fundamentales ni obligatorios lo que ha llevado a que no exista la unión, lealtad, respeto y peor aún una amistad entre los mismos de su profesión. Hace sólo 30 años esto era una realidad con los problemas propios de la multiplicidad de las personas.
Los cambios han sido tan vertiginosos que nadie se ha detenido a mirar y reflexionar que significa para un profesional en su área trabajar bajo esta presión e inestabilidad de constante cambio tecnológico y requerimiento en los encargos. Lo anterior refleja un contexto, nuestra realidad en que aparece la individualidad. Un país tiene un presidente, un congreso y sus infinitas instituciones que velan por su bienestar, cuya misión se enfoca en los ciudadanos más necesitados, en donde los profesionales quedan marginados al pertenecer a la llamada «clase media», una condición que nos lleva a desarrollamos y trabajar de manera solitaria perdiendo las habilidades de interactuar de manera solidaria en nuestro propio gremio.
Al aceptar el trabajo de director ya no era viable el poder optar al cargo de presidente ya que para ello uno debe vivir en Santiago por las exigencias del mismo. Aun cuando comencé a trabajar en la Universidad del Desarrollo a principios del 2000 nunca me interioricé con los valores que ella enseña y exige a sus alumnos, emprendimiento, liderazgo y responsabilidad pública. En mi nueva ciudad y en el cargo de director me di cuenta que estaba obligado a ser por un lado consecuente con estos principios y por el otro dar una señal a los alumnos. Con el apoyo de Pablo Allard y Oscar Mackenney retomé mi participación en el Colegio de Arquitectos y trabajé por la vicepresidencia, la cual logré gracias al apoyo de los votos entre otros del Colegio de Arquitectos local encabezado por su presidente Claudio Arce. Con ello la Facultad de Arquitectura comienza a armar un cuerpo de académicos que tienen algo que decir en el medio, undecano reconocido en varios gobiernos por su rol en la reconstrucción de Chaitén luego de la erupción volcánica y la reconstrucción nacional luego del terremoto del 27/F, junto con tener un espacio semanal en el diario la tercera, y dos directores nacionales; Bárbara Aguirre y yo como vicepresidente que representan y son la voz de los arquitectos chilenos.
Estamos comenzando como facultad a tener injerencia en el quehacer nacional con planes ambiciosos para el gremio, un gremio unido, fuerte y fundamentalmente solidario, en estricto rigor no es trascendente si nos va bien o mal en esta empresa, lo importante es que estamos trabajando en ello, lo que nos va a permitir en los años venideros mirar hacia atrás y decir «yo me la jugué». Oscar Wild dijo una vez y cito: Es terrible que hablan mal de uno pero es horrible que no digan nada Ide uno.
La facultad tiene un espíritu que simboliza la misión de la Universidad, excelencia, nosotros caminamos por ese camino con acciones concretas para con la sociedad de la cual somos parte.