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UDD en la Prensa

Chile en llamas (III)

 Klaus Schmidt-Hebbel
Klaus Schmidt-Hebbel Profesor Investigador, Centro de Investigación Sociedad y Empresa, Facultad de Economía y Negocios

Cuando un árbol se quema, una parte de nuestros pulmones se destruye’ (Anónimo).

Desde mis dos columnas anteriores sobre esta tragedia, el fuego que arrasa a Chile se ha extendido. Las hogueras destruyen campos y ciudades, escuelas e iglesias, comercios y hogares. Sus causas son múltiples, pero la principal es la acción sistemática de extremistas y delincuentes, que asedian a todo Chile y a un Estado que falla en su obligación de proteger las vidas y la propiedad. En esta columna me focalizaré en los incendios que consumen los bosques de Chile.

En los últimos 36 años hemos sufrido 211.311 incendios forestales en todo Chile, que han quemado más de dos millones de hectáreas. En promedio, cada año se registran 5.870 incendios, afectando a 73.000 hectáreas. Pero la variabilidad anual de los incendios es elevada; el año extremo fue 2017, con 570.000 hectáreas arrasadas.

En el país, el 99,7% de los incendios es causado por personas. Desde 1985, 56% han sido accidentales, 32% intencionales, 11% de responsabilidad humana sin identificar su causa y solamente un 1% se debe a causas naturales. En la actual temporada 2020-21, el 56% de los incendios ha sido causado intencionalmente. Los costos ambientales, sociales y económicos de los incendios son enormes.

Los incendios son una fuente significativa de emisión de gases de efecto invernadero, contribuyendo al cambio climático global. Además, tienen impactos ecológicos nacionales muy adversos. Cada vez que un bosque se quema, se dañan aspectos funcionales ecológicos —como control de la erosión, cambios en el régimen hídrico, captura de carbono— y se modifica la composición ecológica de nuestros suelos, como disminución de especies nativas y cambio de uso del suelo. Todos estos aspectos reflejan destrucción del medio ambiente y de la calidad de vida de los chilenos.

Algunos costos sociales son evidentes: desde 1970 han muerto 75 mártires, quienes han dado sus vidas luchando contra los incendios forestales. Los impactos psicológicos de los incendios en sus víctimas son aún más fuertes que los provocados por los terremotos, y son más extensos que las pérdidas materiales.

Respecto al cuidado de los bosques, Conaf contribuye al manejo sustentable de los bosques mediante la protección y conservación de estos, jugando un papel central en el combate de incendios. En estrecha colaboración con Conaf, las empresas forestales han desarrollado significativos programas de prevención y control de incendios, invirtiendo en cinturones de protección, destinando aviones y helicópteros al combate de incendios y desarrollando una Red de Prevención Comunitaria. Iniciativas privadas, como la desarrollada por Fundación Reforestemos reúnen donaciones para reforestar con bosque nativo las tierras degradadas y las arrasadas por los incendios forestales.

Los costos económicos de los incendios son directos (gastos por prevención, pérdidas de bosques, cosechas y propiedades, y gastos en seguros); indirectos (disminución en la producción de los sectores agrícola, forestal y turismo), y de rehabilitación (restauración de vegetación). La Conaf estima los gastos incurridos por el Estado en el combate de incendios y en reconstrucción de viviendas en US$ 635 por hectárea quemada. A eso se agrega el gasto de empresas y hogares. Solo las firmas forestales han gastado US$ 87 millones en prevenir y combatir incendios en la actual temporada 2020-21. Pero aún no existe una medición completa de los costos económicos totales que paga Chile por los efectos directos e indirectos de los incendios forestales.

El costo económico total de los incendios forestales en EE.UU., que incluye sus componentes directos e indirectos, se estima en un rango de US$ 4.000-16.000 por hectárea quemada. Ajustado por el PIB por habitante de Chile, ello correspondería a un rango de US$ 1.500-5.300 por hectárea en Chile (Fuente: CR2, 2019). Urge realizar un estudio que estime los verdaderos costos totales que pagamos todos los chilenos por esta tragedia recurrente.

¿Qué falta por hacer para evitar la tendencia creciente de incendios forestales en nuestro país? Muchísimo. Como mínimo, debemos empujar cinco reformas:

1. Modernizar la institucionalidad y efectividad de Onemi, Conaf y Cuerpo de Carabineros.

2. Adoptar mejores leyes de prevención de incendios forestales y protección del bosque nativo.

3. Investigar, perseguir y condenar a los autores de los incendios forestales, una tarea virtualmente incumplida hoy por la Fiscalía Pública y el Poder Judicial.

4. Apoyar las iniciativas públicas y privadas de cuidado y reforestación de nuestros bosques nativos.

5. Por último, enseñar a los niños de todo Chile a plantar árboles, porque los bosques de nuestro país son sus pulmones.

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