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UDD en la Prensa

Causas, evolución y solución al conflicto mapuche

 Lesley Briceño Valencia
Lesley Briceño Valencia Coordinadora académica Ciencia Política y Políticas Públicas

Esta semana, la interpelación al ministro Peñailillo por el actuar del intendente Huenchumilla y la violencia que se registra en la «zona del conflicto» se convirtió en el acontecimiento político que fue motivo de debate nacional. Dejando de lado la coyuntura y los análisis que se pueden hacer sobre ella, el tema de fondo es mucho más complejo y la responsabilidad de la profundización del conflicto no se debe ni al gobierno actual ni al anterior.
La génesis de este conflicto data desde fines del siglo XK, con lo que nuestra historia nacional denomina «pacificación de la Araucanía», que de acuerdo a numerosos historiadores, no es otra cosa que la ocupación y asimilación forzosa del pueblo mapuche a la sociedad chilena y occidental.
El problema de fondo; más allá de temas de pobreza, tenencia de tierras y diferencias de comunidades con sectores productivos, es que el conflicto mapuche interpela la misma idea del Estado nacional, y la necesidad del reconocimiento de una pluralidad cultural y étnica.
Mucho se ha hablado (y escrito) sobre la necesidad de paz y la búsqueda de soluciones al conflicto; en los últimos años, se ha avanzado en aspectos importantes, como la ratificación e implementación del convenio de la OIT 169 y el compromiso del gobierno para no aplicar la ley antiterrorista, tal como ha recomendado reiteradas veces el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Uno de los aspectos más importantes para este fin, tiene que ver con el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios. Reconocer que además de los derechos individuales garantizados en la Constitución, se reconocen los derechos colectivos. Un tema que no deja de ser controvertido, por las implicancias políticas que conlleva su reconocimiento constitucional, y que va de la mano de la necesidad de la tan anhelada descentralización y regionalización a la que aspiran no sólo los pueblos originarios sino los que habitamos en regiones.
Reconocer que Chile es una nación multicultural, donde siempre han convivido diversas culturas, y que los pueblos originarios no se extinguieron al constituirse el Estado, sino que han logrado perpetuar su cultura, tradiciones y su propia identidad. Ello se debe apoyar con el diseño e implementación de políticas públicas dirigidas al mundo indígena, pero elaboradas desde la cosmovisión propia del pueblo mapuche, en este caso, y que pueden ayudar a solucionar los problemas de pobreza y marginalidad de las comunidades.