«Cascadas» y mercados libres en tela de juicio
Para cualquier defensor de los mercados libres la situación informada por la SVS ofrece una serie de aristas de la mayor importancia desde el punto de vista ético y, por ende, político. Esto puede sonar ingenuo, toda vez que las mayores críticas sobre el “modelo neoliberal” es que en los mercados y, en particular, los financieros la ética no existe, que las prácticas de fraude son comunes, lo que nos vuelve indolentes frente a éstas, lo que justificaría al menos regularlos.
A mi juicio, esta opinión carece de fundamento. En efecto, la Ética nos ofrece un enfoque argumentativo que sobre la base de premisas o supuestos, que de ser verdaderos, nos permiten juzgar y validar exigencias normativas, incluso en el dominio de transacciones sumamente complejas desde el punto de vista de la acción acometida y con independencia de la culpa penal que esté en condiciones de acreditar un tribunal. No obviemos que la declaración de LarraínVial señala que ninguna de sus actuaciones merece “reprochabilidad jurídica, comercial o ética”.
En el caso particular de “Cascadas” la superintendencia ha cursado multas sobre la base de una serie de investigaciones, ya trasparentadas, las que nos dan algunos elementos que permiten contrastarlos con los juicios de defensa de sus actores.
Respecto de estos últimos, sobresale la opinión del Fernando Larraín, que señaló frente a las multas “nuestra solvencia y capital nos permiten abordarla, si es que finalmente es ratificada, sin afectar el normal operar de nuestro flujo de negocios” (La Tercera 4/09/2014). Aldo Motta agrega, respecto de las operaciones de Cascadas, “son reales, de común y frecuente secuencia y realización de todos los intermediarios del mercado, sin excepción, autónomas, sin concertación y acuerdo” (Estrategia 11/09/2014, 20).
A mi juicio, uno de los puntos centrales es discutir las bases éticas de los mercados, pensando en los juicios que caen sobre este esquema de transacciones, desde una serie de principios éticos liberales. El citado esquema tiene algunos puntos en común.
Primero, existe un actor que siendo el controlador de una empresa vende y se compra a sí mismo, a través de otra empresa que también controla, o a precios mayores al precio de mercado, o en “ofertas públicas” en periodos de tiempo que sólo él está en condiciones de entrar en la transacción. No hay que obviar que no es posible regular que en un mercado existan juegos de suma cero, donde alguien gana y otro pierde; no se puede asegurar la pérdida ya que el riesgo es parte intrínseca del negocio. Pero lo que sí podemos juzgar es que una transacción bursátil de estas características dañe a quién posea un activo, sin contar con un mínimo de información sobre el valor de sus inversiones y de la posibilidad de no verse afectado voluntariamente. Sino se ve perjudicado. Y es este perjuicio lo que está en tela de juicio y sin el concurso de una corredora es imposible de realizar.
Una transacción es justa en la medida que es voluntaria. Nadie voluntariamente desea ser defraudado y eso es condición de tu libertad. Un mercado libre por tanto es aquel donde no existe fraude, y –ojo- ya éticamente, en la medida que es una condición para aprobar una transacción, para valorarla. Desde este punto de vista, por ejemplo, las AFPs se han visto afectadas y los comentarios que dan los acusados son desacertados.
En conclusión, en un país altamente bancarizado como Chile y donde nuestro sistema de pensiones es vulnerable al fraude financiero, si estas situaciones son corrientes está en jaque el modelo desde su propios principios. Debiéramos entonces aprovechar esta situación para discutir un modelo liberal, que no obvie el valor de la reputación y la confianza más allá de las esferas familiares, en las relaciones entre extraños. Así, el mérito al cual alude uno de los investigados, más bien reside en el trabajo y la honestidad, a lo que hay que agregar la responsabilidad frente a la propiedad ajena.