Binominal y flojera política
Por enésima vez el sistema electoral binominal, uno de los cinco sistemas electorales vigentes en nuestra democracia, se vuelve el resumidero de todos los males y torpezas de nuestro sistema político, IV’ro una ciudadanía atenta, a estas alturas debe preguntarse cuánto de verdad y cuánto de flojera se esconde tras el eslogan de #chaobinominal.
De los más de 2.000 cargos de elección popular que existen en Chile, sólo 158 son a partir del sistema electoral binominal (los cargos de 120 diputados y 38 senadores). Hasta hace poco también se le acusaba con fuerza de ser excluyerte, pero hoy tenemos en el Congreso nada menos que ocho partidos con representación parlamentaria, dos de ellos (PC y PRI) entraron en la pasada elección de 2009.
Si uno observa los datos, ve que la votación de la UDI (23,05%) le permitió elegir 37 diputados -después de la elección ingresaron a la UDI dos más elegidos como independientes-, y luego mira la votación de la Democracia Crist iana (14,21%) que le permitió elegir 19 diputados, se aprecia una correcta proporcionalidad entre votos y escaños elegidos. De hecho, en la elección de 1997, el resultado fue para la UDI (14,45%), eligiendo 17 diputados, y para la IX (22.98%), obteniendo 38 diputados, por lo que se puede afirmar que las reglas del juego operan con imparcialidad. Si el problema no pareciera ser técnico ¿qué explica la molestia ante el binominal?
El efecto principal que genera este sistema electoral, es favorecer y premiar la capacidad de alcanzar acuerdos político-electorales; esto es. que si un partido suma sus votos a otro, tiene mayores posibilidades de ganar. Así lo han entendido RN y la UDI al mantenerse siempre dentro de la Alianza. Así también lo entendió el Partido Comunista, que al llegar a un acuerdo con la Concertación con sólo un 2,02% de los votos, logró elegir a tres diputados por primera vez.
Así, vemos que el binominal, como todo sistema electoral, es sólo una herramienta que traduce los votos en escaños de representación, y que a juzgar por las seis elecciones en que se lia utilizado, ha sido capaz de producir un sistema político estable, reconocido internacionalmente como parte del éxito económico y social de nuestro país.
Como todo instrumento, se puede revisar y corregir, sobre todo en cómo se puede favorecer la mayor competencia y que los ciudadanos tengan mayor participación en la selección de los candidatos. Pero hacerlo responsable de todos los males de nuestra democracia, lo que oculta es sólo la flojera intelectual de suponer que con más diputados y senadores tendríamos una mejor política.