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UDD en la Prensa

Atreverse a la aventura

 Rodrigo Castro Fernández
Rodrigo Castro Fernández Académico Facultad de Economía y Negocios

Hace algunos días, el Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC), a través de su informe «Orientaciones estratégicas para la innovación», nos invitó a imaginar el Chile del futuro. En un contexto mundial más complejo, dinámico y global, nuestro país necesita transitar a un paso más acelerado desde una economía de la eficiencia hacia una de la innovación y el conocimiento. Para ello es necesario un nuevo marco de políticas públicas y cursos de acción que involucren a actores públicos y privados. Así, el CNIC nos urge a impulsar un cambio cultural que permita aprovechar nuevas oportunidades, considerando las tendencias de futuro.
En este contexto, aunque la cultura para la creatividad y la innovación es todavía un concepto incipiente, cada vez son más las empresas que entienden que la innovación sistemática depende de los valores y prácticas de sus colaboradores, que la tecnología por sí sola no hace milagros; y que la gestión de la innovación va de la mano de la gestión del capital humano. Al mismo tiempo, las nuevas generaciones buscan cada vez más lugares de trabajo en donde tengan la libertad para pensar distinto, generar nuevas ideas y sentir que su trabajo tiene sentido. Algunas empresas han experimentado estos cambios, adaptando sus culturas organizacionales para fortalecer su capital humano y el aprendizaje colectivo.
Frente a la importancia de esta tendencia, la Universidad del Desarrollo junto a MMC desarrollaron una metodología para estudiar la cultura creativa corporativa a través de la evidencia de 15 empresas y sus más de 3.000 colaboradores. Dentro de la amplia diversidad de esta muestra, se detectó que en muchos casos la innovación está instalada como parte de la misión y visión de las empresas pero no está incorporada a sus actividades diarias. Frente a los altos niveles de competencia que enfrentan las organizaciones, es necesario que las actividades creativas sean reconocidas como parte de la labor diaria, y no como una carga adicional o esporádica de trabajo. Las empresas exitosas en esta tarea establecen normas claras sobre los tiempos creativos y los resultados esperados a fin de año las reconocen como tareas prioritarias para la proyección de la empresa tan importantes como la última línea del resultado.
Esta tarea es compleja, pero no imposible. Debemos partir de la premisa de que todos somos creativos por naturaleza. Lo que ocurre en muchos casos es que hemos perdido nuestra confianza creativa a lo largo de nuestra vida. La Encuesta Mundial de Valores lista la imaginación como el valor menos importante que un padre quisiera inculcarle a su hijo. Asimismo, nuestro sistema educativo, donde el éxito está basado en pruebas estandarizadas, tampoco está pensado para que la creatividad se desarrolle.
La consecuencia es que las empresas reciben trabajadores a los que el sistema les ha mermado su capacidad creativa, y que han aprendido que los creativos son gurús o expertos externos. Crear un entorno que restablezca esta confianza, donde los errores no sean condenados sino fuente de enseñanza, en que existan herramientas para la ejecución de proyectos, nos permitirá explotar el potencial innovador de los trabajadores en nuestras empresas.
Las nuevas generaciones buscan cada vez más lugares de trabajo donde tengan la libertad para pensar distinto. Algunas empresas han adaptado sus culturas para fortalecer su capital humano.