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UDD en la Prensa

Atentado en Nueva York

 Guido Larson
Guido Larson Académico Facultad de Gobierno

El atentado en Nueva York de esta semana refleja lo que ha sido la transformación de las tácticas terroristas de los últimos 10 años. Atrás han quedado los actos de violencia cuyos objetivos son blancos altamente simbólicos, en parte porque las condiciones de seguridad internacional después del 11/9 cambiaron de forma dramática, haciendo difícil la planificación y ejecución de atentados de envergadura, especialmente en territorio de sociedad occidentales. El terrorismo de hoy, más bien, es uno centrado, casi con exclusividad, en garantizar el éxito de la violencia enfocándose, principalmente, en los llamados ‘soft targets’, esto es, blancos bajamente vigilados, con alta concentración de civiles y con altos grados de vulnerabilidad.
Esta mutación toma, a mí modo de ver, influencia de 3 fenómenos distintos. El primero se encuentra en el modus operandi de una serie de grupos palestinos que, a partir de 2008, utilizarán accesorios como cuchillos o navajas para atacar a civiles israelíes; pero también vehículos motorizados que son utilizados como armas letales. El efecto de contagio de esta estrategia parece evidente. El segundo fenómeno tiene que ver con el llamado explícito que realizan múltiples organizaciones para persuadir a sus seguidores que utilicen los medios disponibles para realizar un atentado antes que en intentar uno de alta sofisticación, por ejemplo, el segundo número de la Revista ‘Inspire’ (medio asociado a la franquicia de Al Qaeda en la Península Arábiga), publicado en el otoño de 2010, hace mención explícita de este modelo de ataque (calificándolo grotescamente como ‘máquina podadora’); y el decimotercer número de la revista ‘Rumiyah’, asociado al Estado Islámico, explícita más o menos lo mismo: vale decir, cabe utilizar medios que tengan mayor probabilidad de éxito, aunque eso signifique menor cantidad de víctimas. Finalmente, ha habido llamados explícitos para utilizar vehículos como armas, como aquel que hizo Abu Mohammed Al-Adnani, antiguo portavoz del Estado Islámico, y quien decía que había que aprovechar la absoluta preeminencia del transporte motorizado en occidente para volcar el bienestar material en terror psicológico; o incluso un video subido por un americano convertido al Islam – Abu Hanza al-Amriki – quien propugna por ataques con vehículos, para lo cual, de hecho, sube un video a Internet donde detalla la forma de ocasionar la mayor cantidad de muertes posibles.
Desde 2006, y descontando el ataque en Nueva York, el terrorismo vehicular ha sido documentado en al menos 34 ocasiones según el Consorcio Internacional del Estudio del Terrorismo, teniendo como resultado la muerte colectiva de al menos 194 personas en ubicaciones tan dispares como Carolina del Norte, Quebec, Londres, Niza y Xinjiang. Tres comentarios caben hacer al respecto:
Primero, este tipo de tácticas de baja sofisticación será la tónica en los años que vienen. En la medida en que el proyecto de un estado islámico termine por colapsar, la posibilidad de pensar en atentados de gran envergadura se reduce de forma notoria.
Segundo, no es fácil combatir esta readecuación. De acuerdo a información del MI-5 británico, se requieren algo así como 30 agentes para poder mantener vigilancia permanente de 1 sólo sospechoso. Los recursos, por ende, son extremadamente altos y el error humano es algo que siempre estará presente en las estrategias contraterroristas.

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