Arriba mipymes
El golpe al aparato productivo derivado del estallido de violencia que se desató el 18 de octubre pasado ha sido demoledor. A las más de 15 mil pymes catastradas por el Gobierno como víctimas de destrozos o imposibilitadas de funcionar durante un prolongado período, hay que sumar un número mucho mayor que corresponde a todas aquellas que se han visto perjudicadas por las dificultades de transporte y desplazamiento que han afectado a sus trabajadores y clientes. En suma, nadie ha quedado indemne. A través de ejemplos concretos que cada uno de nosotros ha venido experimentando y conociendo, el verdadero significado de las empresas de menor tamaño en el andamiaje económico y social de Chile ha quedado expuesto en toda su dimensión, y la ciudadanía lo ha podido apreciar —y valorar— tal vez como nunca antes.
La gran mayoría de las pymes no son solo unidades económicas que elaboran productos y servicios, para lo cual contratan trabajadores, sino que, en muchos casos, son también parte de la columna vertebral de numerosas familias chilenas, cuyos miembros viven en torno a estas unidades productivas, trascendiendo incluso generaciones. Asimismo, las pymes forman parte también de un engranaje interrelacionado que conecta a todos los sectores, en los más diversos ámbitos, y en una elevada proporción están en la base de las cadenas de valor de las empresas de mayor tamaño. Las medidas dispuestas por el Gobierno para ayudar a las pymes afectadas tienen la orientación correcta, combinando subsidios directos a las más afectadas por los destrozos con un fortalecido programa de garantías crediticias a través de Corfo y BancoEstado. Pero esto no va a ser suficiente.
Sería conveniente también que el Estado facilitara la incorporación de empresas de menor tamaño y de nuevos emprendimientos a los portales a través de los cuales se realizan las compras públicas. Y las empresas de mayor tamaño también tienen un rol que jugar, estando en su propio interés el poder contar con una cadena de proveedores financieramente más sólidos. Para ello será necesaria una agilización de los plazos en que tramitan las órdenes de compra y un acortamiento efectivo de los tiempos de pago de las facturas, por debajo de lo que establece la ley. Pero para que todo esto haga sentido, lo más urgente es lograr mantener a raya el control de la violencia. Sin ello, cualquier esfuerzo será en vano, y la resiliencia característica del emprendedor chileno no será suficiente.