Años nuevos, ¿vidas nuevas?
«Este año sí que bajo de peso», «el lunes sin falta me pongo a estudiar», «este año que viene cambio el auto». Son muchos los ejemplos que podríamos citar y que de seguro los lectores habrán escuchado a lo largo de los años, con motivo de las tiestas de Año Nuevo. Especialmente en tiempos en que Nostradamus y mayas profetizaban términos del mundo, de ciclos y de eras.
Pues bien, digámoslo con claridad: ¡No hay tal vida nueva, ni acabo de mundo ni cambio de época! Lo decimos en la certeza de haber pasado sanos y salvos por mitologías mayas, tarots egipcios, runas celtas y todo tipo de libros perdidos, que harían que el pobre Nostradamus se revolcara en su tumba.
Lo que sí es cierto es la cantidad de dólares, pesos, libras y euros que han salido de los bolsillos de muchos incautos para alimentar los de los profetas y gurúes que cada cierto número de años re inventan los mitos milenaristas; mitos que como personas adultas ya deberíamos apreciar con un mínimo espíritu crítico.
«Cuando venga nuevamente el Salvador, revestido de su Gloria, el Emperador entregará a Nuestro Señor las llaves de todos los reinos cristianos»: ese fue el mito del año 1000. Sin duda una imagen hermosa. Pero los nuevos mitos carecen de la belleza de los antiguos y a falta de delicadeza abundan en destrucciones planetarias, efusiones sangrientas y versiones tremendistas de música heavy metal. O en atractivas fiestas sin fin, celebraciones de Año Nuevo que más bien parecen gigantescas escenas de comedia hollyWoodense, donde a falta de auténtica champaña, la gente, con un nivel de siutiquería que la vuelve ridícula, bebe «espumantes» y emplea el espantoso «cotillón».
Cabría preguntarse la razón de tanta vanidad y tonterías juntas. Pareciera que ella radica en una muy atávica característica del género humano. que es creer que con el paso de ciertos ritos misteriosos o ceremonias paganas la vida cambiara por arte de magia, las tristezas y derrotas se olvidarán y se renacerá a una existencia supuestamente más feliz, sin deudas ni cirrosis hepática.
No, ninguna de estas autoindulgentes filosofías puede darle al hombre la respuesta a las inquietudes que caracterizan la vida en este mundo.
Lo que sí puede y debe haber es esfuerzo inquebrantable, trabajo renovado, sacrificio por las cosas buenas y nobles que se desea alcanzar, para bien personal y familiar. Y no olvidar nunca que frente a los defectos, la adversidad y las penurias, hemos sido creados con la fuerza para poder enfrentarlas y superarlas.
Feliz Año Nuevo.