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UDD en la Prensa

Análisis Empresas y populismo

 Daniel Fernández
Daniel Fernández Profesor Facultad de Ingeniería

En su libro “Capitalismo, socialismo y democracia” (1942), Joseph Schumpeter afirmaba que no creía que el capitalismo pudiera sobrevivir, no porque fuera marxista y pensara que sería destruido por el proletariado, sino como consecuencia de sus logros. Schumpeter decía que la casta intelectual emergente del capitalismo cuestionaría el sistema desde la denuncia de sus falencias.

Más allá de los logros indiscutibles del capitalismo, sus excesos y carencias en cuanto a impacto ambiental, desigualdades y olas migratorias, expansión del narcotráfico (espejo de una necesidad social de consumo y de generación de ingresos) y corrupción institucionalizada amenazan su supervivencia. Como opciones para “corregir” lo negativo y potenciar lo positivo, las políticas regulatorias y redistributivas socialdemócratas han demostrado ser eficaces, tanto en Chile y Uruguay como en Europa, pero ya parecen desgastarse. El populismo avanza como una nueva esperanza de mejora social para los postergados, promesas de mayor seguridad y control de la inmigración. Los más recientes ejemplos son Argentina y Alemania.

En este ambiente, el imperativo de las empresas de “maximizar las ganancias para los accionistas” —proveniente de un dictamen de tribunales de Estados Unidos de 1909— requiere una revisión. Schumpeter definía “tribus” de empresas según cómo entender este mandato, que en forma actualizada se puede sintetizar en: 1) aumentar las ganancias y el precio de sus acciones de inmediato; 2) ser más pacientes y esperar retornos en un horizonte temporal de unos diez años; 3) maximizar las ganancias en el marco de las regulaciones actuales, pero haciendo hoy lo que se les podría exigir mañana; y 4) el valor para el “dueño” no es tan importante como los objetivos sociales de empleo, salarios y recaudación fiscal (básicamente, empresas del Estado).

¿Qué tiene que ver todo esto con el populismo? Cuando el sistema político no logra lidiar con las dificultades emergentes del contexto económico y social, las empresas pueden ayudar “desestresando” el ambiente. Los comportamientos de los tipos 2 y 3 resultan funcionales para descomprimir la olla a presión del malestar, pero requieren paciencia y visión anticipatoria. El modelo tipo 1 es ciego al contexto social y aprovecha las coyunturas en su favor sin importar las consecuencias, mientras que el modelo tipo 4 viene a “dar solución” desde el Estado a las promesas populistas de corregir la desigualdad. Así, 2 y 3 colaboran en ahuyentar el populismo; mientras que 1 (desde la indiferencia) y 4 (desde las expectativas) lo exacerban. Las “tribus” empresariales también pueden polarizarse.