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UDD en la Prensa

Agua y sustentabilidad

La primera variable que toda empresa busca resolver, previo a la instalación de una planta de producción, es la disponibilidad de agua. Es la regla número de la ingeniería de procesos. El tema del agua, que hace 10 años sólo parecía un riesgo potencial del cambio climático, ha empezado a hacerse real. Como la tendencia no es a ser proactivos en la prevención de riesgos generados por la variable climática sino que sólo financiera, diversas catástrofes antes aisladas ahora nos parecen titulares comunes. En Chile este tema se ha desarrollado como un asunto de determinación de huella, la cantidad de agua incorporada por unidad de producto para determinar eficiencias, abundando todo tipo expertos que las calculan, cuando el tema va mucho más allá. Hoy los riesgos del uso de este recurso provienen de diversos frentes. Entre ellos, el uso común, donde una fuente se reparte entre distintos usuarios con diversos fines y derechos perpetuos. Un ejemplo, la minería versus actividades agrícolas, en donde la no existencia de mayor disponibilidad de agua ha llevado a la minería a la explotación no sólo de aguas subterráneas, sino de implementar procesos de desalinización muy costosos.
Por otra parte, algunos usuarios, principalmente del sector agrícola, han implementado tranques ocultos como reservorios, dejando en épocas de sequía con muy baja disponibilidad a quienes están río abajo.
Segundo, la fuente de uso común es impactada por los mismos usuarios al ser receptora de descargas post actividad productiva. Si no, pregunten los grandes problemas aun no resueltos al norte del país, donde la industria minera ha tenido diversos conflictos con usuarios no mineros en la contaminación de fuentes.
Tercero, el impacto a los servicios ecosistémicos. Todavía permanece en nuestra mente lo ocurrido hace años: el deterioro de humedales en la región de Los Ríos, donde el impacto también fue estético y hasta cultural. Más allá del impacto en otros usuarios, el impacto a la cuenca puede ser desastroso.
Cuarto, la ineficiencia en el uso y el acostumbramiento a precios bajos. Como el agua muchas veces no tuvo un precio, este nunca fue preponderante a nivel del precio final del producto, por lo tanto nunca las externalidades por uso por agotamiento o impacto a la calidad de los ecosistemas fue introducido la función de producción clásica, distorsionando el precio final. Esto no sólo lo digo yo, sino hasta prestigiosas revistas de negocios como la Harvard Business Review.
Quinto, ha existido falta de preparación para desastres naturales. Esto se ha vivido fuertemente estos últimos días en Santiago, a nivel de alterar la entrega del servicio público y que por lo mismo llevará nuevamente a la discusión si este bien público y común debe estar o no en manos de privados.
En conclusión, las organizaciones de verdad inteligentes -nombre acuñado por Perter Senge – ya no deberán poner sus esperanzas en la resolución de estos problemas de manera central a nivel gubernamental porque el «enemigo ahora está afuera» y es el clima.