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UDD en la Prensa

Agua que no has de beber

 Pablo Allard Serrano
Pablo Allard Serrano Facultad de Arquitectura y Arte

La «Costanera de los Pobres», o en palabras de Pedro Lemebel, «ese piojal de la pobreza chilena» en unos días dejará el estigma y se convertirá en uno de los principales parques urbanos de Santiago. Me refiero al Zanjón de La Aguada, esa cloaca abierta a la que confluían las aguas lluvia así como los desechos, riles y descargas de la cuenca de Santiago.
Ese curso de agua, insignificante comparado con la presencia urbana del Mapocho o majestuosidad del Maipo, desde tiempos de Vicuña Mackenna se convirtió en el patio trasero de la ciudad.
Durante el siglo XX, a lo largo de su lecho se ubicaron aquellos usos no deseados de nuestra ciudad tales como las maestranzas de ferrocarriles de San Eugenio y San Diego, los Mataderos de Franklin y Lo Valledor Industrias como Machasa o Yarur Sumar, la Penitenciaría y las primeras tomas de pobladores que migraron del campo a la ciudad en los años 50.
El tiempo y el supuesto desarrollo desbordaron esta parte de la ciudad.
Al sur del Zanjón se consolidaron barrios residenciales y nuevos centros urbanos en San Miguel, La Florida y Puente Alto, quedando latente este vacío urbano de eriazos posindustriales y pobreza.
Hacia finales de los 90, un grupo de estudiantes y arquitectos de la UC llamaron la atención de las autoridades y finalmente el Presidente Lagos instala como Proyecto Bicentenario la recuperación del entonces denominado «Anillo Interior Metropolitano», que además del Zanjón proponía la recuperación del patio trasero de Estación Central, el eje Matucana hasta Yungay y avenida Vicuña Mackenna.
En ese contexto tuve el privilegio de liderar -entre el 2003 y 2006- el equipo interdisciplinario que propondría un plan de recuperación urbana del Zanjón de la Aguada. Revertir el estigma de la zona era un desafío mayúsculo, ya que el caudal estaba entubado por más de cuatro kilómetros desde Carmen hasta Club Hípico, lo que producía que ante lluvias de cierta magnitud superara su capacidad, anegándose el entorno. Lo que parecía un problema se transformó en oportunidad cuando nos enteramos de que la Dirección de Obras Hidráulicas del MOP estaba planeando construir un segundo ducto para conducir el excedente de agua. Una solución millonaria que evitaría el daño de futuras crecidas, pero no generaría mayores beneficios en la superficie y comunidades aledañas.
Gracias a la concurrencia de arquitectos, paisajistas, ingenieros hidráulicos y un sinnúmero de talentos, se logró proponer una solución sin precedentes: en lugar de gastar todo el dinero en un ducto que sólo funcionaría cinco días al año, por qué no hacer un parque que funcione 360 días y que esté diseñado para conducir en forma segura las aguas en caso de crecidas.
En los próximos días el Presidente Piñera inaugurará la primera etapa del Parque La Aguada. Las primeras cinco hectáreas de un parque que tendrá más de 40, y que entregará a las comunas más necesitadas del pericentro sur de la capital un sistema de parques, áreas verdes y equipamiento equivalente al sistema de parques del río Mapocho. La perseverancia, la innovación y la suma de voluntades de cientos de técnicos y profesionales devolvieron la esperanza por una mejor ciudad para todos.