Adam Smith y las bases del capitalismo
1. Introducción
Identificar los conceptos elementales de la obra La Riqueza de las Naciones de Adam Smith, publicada en 1776, y el impacto de la doctrina del liberalismo económico, es una tarea fundamental para la comprensión tanto del capitalismo moderno, como del análisis de los sistemas económicos comparados. En esta obra de Smith, definida como «el primer tratado sistemático de la economía» (O’Brien, 1989), reposa un primer bosquejo del sistema Capitalista y que da inicio a una nueva era, delineando el contorno por el que han transitado las sociedades comerciales modernas desde mitad del 1700 hace ya más de 250 años.
Adam Smith (1723-1790) fue profesor en las cátedras de lógica y filosofía moral, que escribió La Riqueza de las Naciones en la etapa madura de su vida, finalizando su obra a sus 53 años, en medio de una explosión de crecimiento económico sin precedentes en la historia económica de su tiempo (O’Brien, 1989). Se le reconoce como el defensor más influyente del libre comercio en la historia de la economía política (Russ, 2014), y el fundador de la doctrina del liberalismo económico o Smithiano, (Smith & Rodríguez Braun, 1999), pasando a la posteridad como el padre de la economía moderna (Polanco, 2017). De su obra se desprenden conexiones entre, la filosofía, la política y la economía (Barma & Vogel, 2022). Su aporte fue contribuir con una alternativa libertaria a la estructura mercantilista de protección de privilegios de la elite favorecida por la corona (Boettke, 2022). El análisis de los beneficios del libre comercio continúa formando la base de los argumentos pro-libre comercio y mercado de hoy en día y se considera uno de los puntos más altos del pensamiento de occidente (Paniagua & Vergara, 2023). Su doctrina llegó a dominar el pensamiento económico en el siglo XIX y principios del siglo XX (Barma & Vogel, 2022), contribuyendo con efecto duradero a la configuración de la sociedad comercial moderna a través de la revolución más importante que jamás haya tenido lugar (Heilbroner, 1982), la revolución de las fuerzas del capitalismo.
Este ensayo propone una breve síntesis de las bases del capitalismo, de la forma expuesta por Adam Smith, en base a las tesis planteadas en los tres primeros capítulos claves de su libro La Riqueza de las Naciones: (1) La división del trabajo; (2) El poder del intercambio; y (3) La extensión del mercado y la cooperación, como propiedades básicas sobre las que se edifica el sistema económico capitalista, así como, abordar aspectos teóricos y una breve recensión, en orden a evidenciar como Smith debe ser considerado como el fundador de la economía moderna.
2. Bases del capitalismo en la Riqueza de las Naciones
En los primeros capítulos del libro La Riqueza de las Naciones, Smith aborda tres tesis fundamentales; cabe señalar que las dos primeras: la división del trabajo y el intercambio, fueron expuestas de manera interdependiente la una de la otra, aspecto que se aclara en el capítulo tercero estableciéndose el orden secuencial que «la capacidad de intercambio da lugar a la división del trabajo» (Smith & Rodríguez Braun, 1999), por lo que el ensayo, si bien se sigue el orden propuesto en el libro, intenta organizar por separado los contenidos de las tres tesis propuestas.
a. La división del trabajo
En el capítulo primero, Smith aborda la tesis de la importancia de la división del trabajo estableciéndola como el motor generador de la capacidad productiva y de la habilidad y/o destreza de los trabajadores. Por división del trabajo este señala: la capacidad de dividir los procesos productivos en operaciones específicas —citando como ejemplo la fábrica de alfileres— orientados al logro de objetivos simples. Dicha división de tareas permite que cada trabajador pueda adquirir habilidades y destrezas específicas y eficientar su trabajo, destacando además que, por el hecho de no tener que cambiar de tareas con el consecuente ahorro de tiempo, se produce como resultado un incremento exponencial en la capacidad productiva del trabajo.
El ejemplo de Smith es notable: considérese una sola persona que produce alfileres de inicio a fin. Esta persona, nos dice Smith, podría producir sólo un alfiler por día de inicio a fin. Si ponemos a 10 personas produciendo de la misma forma alfileres (de inicio a fin), podríamos producir apenas 10 alfileres por día. Pero ¿qué pasaría si organizamos la producción de alfileres y la dividimos en 10 tareas diferentes, pasándole una sola tarea a cada uno de los 10 trabajadores? La respuesta, nos dice Smith, es una explosión enorme de productividad: 10 personas bajo la división del trabajo pueden llegar a producir 48.000 alfileres. La diferencia en productividad es enorme, y no es producto de la explotación o del saqueo es sólo gracias a la maravilla de la división del trabajo que puede generar rendimientos crecientes de escala.
Por otra parte, se señala que la especialización de los trabajadores producto de la división del trabajo posibilita una nueva fuente de conocimientos para que éstos implementen soluciones automatizadas que hagan aún más eficiente su labor, cuestión que, desde el punto de vista del comercio general, permitirá el surgimiento de nuevos fabricantes de maquinarias que ofrezcan soluciones específicas a cada rubro. Es decir, la división del trabajo también fomenta la innovación endógena en el sistema, al promover la creación de maquinaras relacionadas a dicha división del trabajo.
En síntesis, se concluye que la gran multiplicación de los oficios y su correlativa producción da lugar a una riqueza universal que se extiende hasta las clases sociales más bajas. Ejemplo de esto será la especialización del armero, del carpintero o del herrero, quienes, con la certeza de la dedicación exclusiva a su oficio generarán excedentes de su producto, evidenciándose por esta vía, el estímulo de cada hombre por dedicarse a una ocupación en particular, ayudando a generar una explosión nunca antes vista de productividad y riqueza que forman parte del motor de generación de progreso en el sistema capitalista.
b. El intercambio
En el capítulo segundo, Smith plantea que el principio que da lugar a la división del trabajo, no es el efecto de «ninguna sabiduría humana», sino la consecuencia necesaria, lenta y gradual de una «cierta propensión de la naturaleza humana de intercambiar una cosa por otra», y que «sin la disposición a permutar, trocar e intercambiar, todo hombre debería haberse procurado él mismo todas las cosas necesarias y convenientes para su vida». (Smith & Rodríguez Braun, 1999). Es decir, la división del trabajo surge como un orden espontáneo a través de nuestra propensión natural a intercambiar. Bajo este enunciado, los trabajadores al contar con una gran cantidad de producto de su trabajo a razón de la división mencionada, esto es por encima de lo que necesita para su propio consumo, y al estar los demás trabajadores en la misma situación, podrán entonces intercambiar una abultada cantidad de bienes, por el precio de una gran cantidad de bienes de los demás.
Bajo esta lógica cada individuo podrá vivir gracias al intercambio, o se transformará en alguna medida en un comerciante, permitiendo con ello, que la sociedad misma alcance la condición de una verdadera sociedad comercial. Al explicar la causa subyacente al intercambio, Smith utilizando la analogía de los animales que para obtener comida buscan el favor de su amo, señala que el hombre, no obstante poder recurrir a las mismas artes con sus semejantes, «le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia» (Paniagua & Vergara, 2023), siendo más probable conseguir los bienes que necesita, dirigiendo en su favor el interés de los demás, a través de un trato, trueque o compra. De aquí la expresión «No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio». Se destaca así, como principio formativo de la propensión al intercambio, la primacía del interés personal, e incluso, como observa Heilbroner, el «impulso a la acumulación» (Heilbroner, 1982), el que es presentado por Smith como un fenómeno natural que motiva la interacción humana, -y como observa Uricoechea- «haciendo depender de alguna forma los intereses colectivos de los intereses individuales de los actores económicos» (Uricoechea, 2002).
c. La extensión del mercado y la cooperación
En el capítulo tercero Smith concluye que «la capacidad de intercambiar da lugar a la división del trabajo», y que la profundidad de dicha división estará siempre limitada por la extensión del mercado. Se explica que cuando el mercado es muy pequeño, las personas no tienen el estímulo (los incentivos económicos) para dedicarse a una sola ocupación, en razón de la falta de capacidad de intercambio de excedentes de producto por aquellas partes que necesita del producto del trabajo de otras personas.
Una ejemplificación de esto son las familias que viviendo desperdigadas en pequeños pueblos se ven en la obligación de realizar diversas actividades para la producción de bienes de consumo propio; y el caso del herrero, que al producir sólo “clavos” se vería en la imposibilidad, ante un mercado pequeño, de intercambiar las cantidades necesarias para satisfacer sus necesidades de otros bienes. Es decir, la especialización que genera progreso depende en última instancia de la extensión y del grado de intensidad de los mercados.
Desde un punto de vista general, se advierte que es la extensión del mercado el que hace posible satisfacer la multiplicidad de necesidades de una sociedad comercial, asimismo, que dicha extensión permite sostener la variedad de trabajos y de elementos requeridos para la elaboración de bienes y servicios de un país civilizado. Tal extensión no será posible si no se promueve la cooperación de miles de personas para disponerse de los bienes requeridos.
Es la cooperación a través de la mano invisible, uno de los principios de la organización social más trascendentales de la sociedad moderna, cooperación que precisa de mercados libres, tanto a nivel local como del comercio internacional, pues será este último, el que aumentará la riqueza nacional, al exportar la producción excedente e importar bienes necesarios a cambio. Es como señala Boettke, la cooperación social la que permite a los individuos escapar de la guerra de todos contra todos, y el capitalismo como modo de canalizar las motivaciones ordinarias de los hombres en direcciones que sólo pueden hacerlo mejor para sí mismos enriqueciendo la condición de los demás. (Boettke, 2022).
3. Síntesis y conclusión
La Riqueza de las Naciones se estructura en torno al derecho de propiedad, la propensión natural de los individuos de intercambiar el producto de su trabajo; y, que de los beneficios que ello produce, surge de manera espontánea la división del trabajo, que, intensificada a razón de la extensión del mercado, constituye el motor de la productividad y de la generación de bienestar social en una sociedad comercial.
A medida que las personas se involucran en el intercambio voluntario, esto engendra el poderoso principio organizador del mercado (Barma & Vogel, 2022). El aporte sustantivo de la tesis de la división del trabajo de Smith es, como diría F.A. Hayek, el logro intelectual de darnos cuenta que los individuos aportan más al bienestar general cuando se gobiernan no por necesidades concretas o visibles, ni por las capacidades de los individuos que les son más cercanos (familia o tribu), sino por las señales abstractas de los precios de la oferta y la demanda; posibilitando dicha condición a estar capacitados para participar en el enorme campo de la gran sociedad (Hayek, 1986).
El sistema de Smith, promueve a través del libre intercambio de bienes y servicios, una forma de sociabilidad y cooperación extensa entre los pueblos diversos y dispares, convirtiendo a desconocidos en amigos o ‘trading partners’, constituyendo éste un elemento base de una nueva visión de la socialización fuera de la tribu típica del cosmopolita liberal (Boettke, 2022). Smith explica en síntesis los elementos económicos e institucionales que permiten que una nación pueda enriquecerse y hacer prósperos a sus ciudadanos, y, que en tal idea, los países para enriquecerse deben promover el mutuo intercambio (Paniagua, 2024).
A partir de las tesis formuladas en La Riqueza de las Naciones, puede considerarse a Adam Smith como el primero en individuar de manera sistemática los mecanismos a través de los cuales la sociedad comercial genera prosperidad en vez de destruirla, es decir Smith es uno de los primeros en advertir como pasamos de juegos de suma cero (Win-Lose: extracción, dominación, explotación, etcétera) a juegos de suma positiva (Win-Win) donde las partes cooperan de forma pacífica generando más bienestar y excedente del que había antes.
Smith destaca de su análisis que dicho orden natural requiere, para su operación más benéfica, un sistema de libertad natural, esto es de respeto a «la naturaleza de la libertad económica» (Barma & Vogel, 2022), el que dejado a su propio curso, produce resultados beneficiosos para la humanidad. La libertad económica propuesta, que excluiría prima facie, la intromisión del Estado en los mecanismos del mercado no fue obstáculo para Smith para plantear el rol fundamental que puede jugar el Estado. Si bien el autor fue «un crítico feroz de los imperios coloniales y los regímenes de comercio monopólico en tanto producían a una mala asignación de recursos» (Koyama & Rubin, 2022); este valoraba en el Estado la promoción de la libre competencia y los marcos legales que propiciarán que la mano invisible del mercado pueda generar prosperidad.
La teoría Smithiana proporcionó a la economía un vínculo con la política y la filosofía, así como un legado duradero a los economistas del comportamiento (Russ, 2014), ofreciendo a los estadistas un programa de reforma práctica (Viner, 1927), que tuvo como propósito el establecimiento de un «plan liberal para la igualdad, la libertad y la justicia» (Boettke, 2022).
Finalmente, se puede señalar que lo que se establece a través de la Riqueza de las Naciones es un sistema analítico y de comprensión nuevo, que basado en la propiedad privada, la libertad del intercambio, el contrato, la búsqueda de oportunidades y el emprendimiento ofrece a cada individuo un nuevo paradigma para mejorar su condición, no a través de la guerra, el dominio y el saqueo como aconsejaba Maquiavelo en su libro El Príncipe, sino que a través del intercambio voluntario y la cooperación pacífica bajo la división del trabajo—elementos que Smith evidenció como pilares del desarrollo económico, concepción no articulada hasta entonces en las sociedades pre-capitalistas.