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UDD en la Prensa

8M: Ni flores ni chocolates

 Sofía Salas Ibarra
Sofía Salas Ibarra Profesora Titular, Centro de Bioética, Facultad de Medicina

Este 8 de marzo (8M) se conmemora el Día Internacional de la Mujer, el cual tiene su origen en el movimiento sindical de principios del siglo XX, tanto en Estados Unidos como en Europa. En 1908, miles de mujeres marcharon en Nueva York para exigir condiciones laborales más justas, reducción de jornada y el derecho al voto. En marzo de 1911, en Estados Unidos, 146 trabajadores, en su mayoría mujeres, murieron en el incendio de una fábrica de camisas, dejando en evidencia las penosas condiciones laborales que contribuyeron a la tragedia. Estos sucesos sentaron las bases para el reconocimiento del Día Internacional de la Mujer.

Es fundamental reflexionar sobre la elección de la palabra «conmemorar» en lugar de «celebrar». Según el Diccionario de la RAE, celebrar es festejar y elogiar; conmemorar, en cambio, es recordar con respeto; nos invita a mirar hacia atrás y reconocer los desafíos superados, pero también a examinar aquellos que aún persisten; nos obliga a cuestionarnos sobre el progreso real y a recordar que, aunque hemos avanzado, aún hay un largo camino por recorrer. Desde la ética, la reflexión se centra en la necesidad de una sociedad más justa, donde cada individuo, independientemente del género, tenga igualdad de oportunidades y derechos. La Declaración Universal de Derechos Humanos establece la igualdad inherente de todos los seres humanos y la lucha por los derechos de las mujeres se alinea con estos ideales, buscando eliminar la discriminación y asegurar el pleno goce de los derechos humanos para todas las personas.

Es esencial reconocer que esta conmemoración no es sólo para las mujeres, sino para toda la sociedad, puesto que la igualdad de género es una lucha colectiva por un mundo más justo y equitativo. Cuando conmemoramos este día, nos comprometemos a ser agentes de cambio, a desafiar estereotipos y a abogar por políticas inclusivas.

A nivel internacional, hemos sido testigos de avances significativos. Las mujeres han ganado terreno en el ámbito laboral, la educación y la participación política. Sin embargo, estas victorias no deben eclipsar la realidad de las disparidades salariales, la violencia de género y la falta de representación equitativa en diversas esferas y también el hecho que en algunos países y territorios las mujeres y niñas han perdido espacios de libertad que parecían ya conquistados.

Para este 8 de marzo, la ONU ha elegido como lema «Financiar los derechos de las mujeres para acelerar la igualdad». Este enfoque destaca cinco áreas que requieren una acción conjunta para no dejar a las mujeres atrás:

Invertir en las mujeres para crear sociedades más inclusivas, puesto que los avances para las mujeres benefician a todas las personas en todo el mundo.

Acabar con la pobreza y la desigualdad, la que luego de la pandemia ha ido avanzando, afectando especialmente a mujeres y niñas.

Poner en marcha un financiamiento transformador para la igualdad de género, puesto que el recorte del gasto público que imponen los países repercute de manera especial en las mujeres, al disminuir servicios públicos esenciales, las políticas de cuidado y de protección social.

Avanzar hacia el desarrollo sostenible y una sociedad de los cuidados, que preserve el medioambiente y la sostenibilidad de la vida.

Apoyar los feminismos y movimientos que impulsan el cambio, especialmente aquellos que lideran la lucha contra la pobreza y la desigualdad de las mujeres.

Este 8 de marzo, unámonos para reflexionar, aprender y actuar, trabajando juntos hacia un mundo donde todas las mujeres tengan las mismas oportunidades y derechos. Por estos motivos, es inapropiado que se nos felicite o se nos regalen flores y chocolates.