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UDD en la Prensa

A 15 años de los atentados a las Torres Gemelas

 Guido Larson
Guido Larson Académico Facultad de Gobierno

15 años han pasado desde el atentado a las Torres Gemelas y el Pentágono, evento que, sin duda alguna, alteró de forma significativa la historia internacional y situó temáticas secundarias de discusión (el islam, el terrorismo, o la realidad de Afganistán) en primera plana. Y después de 15 años pareciera ser que los efectos de este atentado, que provocó la muerte de 2.996 personas, sigue haciéndose sentir: desde los protocolos de seguridad aeroportuaria del mundo hasta las complejas discusiones relativas a la integración de comunidades civilizatorias diversas. Lo complejo en la discusión sobre el 9/11 está en el diagnóstico y la proyección futura. ¿Qué evaluaciones cabe realizar de este período y qué es posible proyectar hacia el futuro?
Lo primero es enfatizar la relevancia de la historia. El atentado del 9/11 es el resultante de una larga línea cronológica y causal que fue articulando el incremento de probabilidad de que EEUU fuese atacado. Piénsese que, por distintas razones, ya las Torres Gemelas habían sido objeto de un intento de atentado hacia 1993 cometido por musulmanes extremos, que hubo dos atentados simultáneos en las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania en 1998 realizados por Al Qaeda, y que, en octubre del 2000, el buque USS Cole fue atacado en las costas de Yemen.
Junto con la historia, ha quedado demostrado lo necesario que es realizar políticas responsables en el ámbito internacional, esto en particular con relación a lo catastrófico que fue la decisión de invadir Irak. Si bien se derriba al régimen de Hussein, también se impone de inmediato un gobierno chiíta que aliena a la población sunita de Irak y entrega la excusa perfecta para dar inicio a una enorme violencia sectaria. Las células de Al Qaeda cumplen el rol de vanguardia de resistencia, estableciendo así los cimientos de lo que más tarde será ISIS. Las aberraciones cometidas por soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib, la radicalización sistemática llevada a cabo en las mismas cárceles, la denominada desbaatización del gobierno (esto es, la extirpación de ex miembros del partido baath de puestos gubernamentales) y la casi total improvisación en terreno, contribuyen a que en los primeros 12 meses después de la invasión haya habido 78 atentados terroristas, pero que esa cifra se haya cuadruplicado en los segundos 12 meses a 302 y que, en el período crítico de 2007, cerca de 5.500 civiles hayan muerto producto de atentados terroristas. En los primeros 5 años post-invasión, hubo un incremento del 607% en atentados terroristas a nivel mundial y un 237% de incremento en cantidad de víctimas.  Es debido a Irak que el llamado yihadismo transnacional realmente toma ímpetu.
Es en base a todas esas circunstancias que el tema del terrorismo y sus efectos han permeado en las sociedades occidentales durante todo este período. Nunca hay que olvidar los atentados de Atocha en 2004 y de Londres en 2005, ni las horribles ejecuciones de Daniel Pearl y Nicholas Berg en 2002 y 2004 respectivamente. Los atentados recientes de París y de Bruselas deben entenderse en este proceso progresivo de violencia y que marca la mecánica del terror: la idea psicológica de sentirse inseguro en cualquier momento y lugar.
No obstante, si uno toma como punto de orientación el año 2006 y lo extiende hasta hoy, se puede concluir que el 70% de los atentados que experimenta Europa en ese período son realizados por los llamados lobos solitarios. Lo que puede resultar sorprendente, sin embargo, es que solamente un 20% de ellos se realizan por sujetos asociados a la religión del islam, siendo la mayoría de los ataques de lobos solitarios atentados cometidos por individuos ligados a grupos de extrema derecha, neo-nazis u organizaciones xenófobas. Desde el año 2000 en adelante, las víctimas de terrorismo en Europa Occidental representan sólo 0.5% del total de víctimas a nivel mundial.
Esto en ningún caso implica minimizar los efectos del terrorismo porque, de hecho, a nivel mundial, la situación se encuentra peor que en el pasado. De acuerdo al último estudio elaborado por el Instituto de Economía y Paz, en 2014 el número de muertes asociadas a terrorismo se incrementó en 80%. Esto representa el mayor incremento en 15 años. Más aún, desde comienzos del s. XXI, el número de muertes producto del terrorismo se multiplicó por nueve, pasando de 3.329 personas en 2000 a 32.685 en 2014, siendo los países más afectados Irak, Afganistán, Pakistán, Siria y Nigeria, quienes representan el 78% de todas las víctimas de terrorismo a nivel mundial.
Este sombrío panorama debiese servir para entender las correlaciones y tendencias de los próximos años. Por un lado, la violencia terrorista tiene una correlación directa con violencia política. La inestabilidad y el conflicto fomentan el terrorismo y será responsabilidad futura realizar esfuerzos de magnitud para incrementar la seguridad en determinadas zonas especialmente en Siria e Irak. Pero segundo, la perspectiva de los desafíos tiene que ser de largo plazo. Es cierto que el terrorismo requiere ser combatido, pero sus causas son anteriores a la violencia y es ahí donde cabe iniciar la discusión para los años que vienen.

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