Expectativas vs. especulación
El anuncio presidencial de nuevas lineas de Metro hacia sectores como La Pintana o Bajos de Mena, encendió el debate entre urbanistas y expertos en transporte. Por un lado, estamos quienes lo celebramos como oportunidad de reparar la deuda urbana que se tiene con esos barrios segregados: facilitando la movilidad de sus habitantes hacia centros de empleo, comercio y servicios; e inyectando inversión en bienes públicos y privados, entre otros grandes avances.
En otra vereda están quienes valoran los anuncios desde el punto de vista del transporte -con reparos a una posible desinversión del sistema de buses-, advirtiendo que si esta inversión en Metro no viene acompañada de Planes Reguladores actualizados e instrumentos de captura de plusvalías, esa gran inversión del Estado será capturada casi en su totalidad por la especulación inmobiliaria, que internalizará el aumento de la renta de esos suelos fragmentando, expulsando o “gentrificando” a sus comunidades.
Ambos tenemos algo de razón, el problema con la inversión pública en transportes -en especial los miles de millones de dólares que significa Metro- es como el del huevo o la gallina: O esperamos a que existan condiciones normativas y demanda suficiente para anunciar o justificar la inversión, o usamos estratégicamente el Metro como detonante de dinámicas de regeneración. La línea 2 de Metro estuvo subutilizada por décadas hasta que a mediados de los noventa despertó el boom inmobiliario en San Miguel, que hoy la tiene como la 5a comuna con mejor calidad de vida en Chile. Así también vemos con preocupación cómo tramos de la línea 4 se ven rodeados de casas de dos pisos, cuando la lógica de toda ciudad sustentable es densificar en torno a los corredores de transporte masivo.
En un país democrático y pluralista, que adhiere al modelo de economía social de mercado y el estado de derecho es respetado celosamente, si existe un mercado imperfecto, sin duda ese es el mercado de suelos. Ya que incorpora todas las fallas como discrecionalidad, asimetrías de información, riesgos de captura regulatoria, corrupción, etc. En este sentido, la única forma de corregir esas fallas es con mejor regulación (para evitar los abusos y especulación) y con inversión pública (que incentive a que el mercado opere en condiciones competitivas).
Es hora de abrir este debate en forma responsable y realista, entendiendo que cada territorio tiene sus necesidades y características, y no distraernos en grandes reformas teóricas cuando la oportunidad y la urgencia es ahora. La ley de Aportes demoró ocho años en aprobarse y todavía no entra en vigencia, ya que falta su reglamento, por lo que no será fácil ni expedito pensar una nueva ley de impuesto a plusvalías. Las nuevas líneas de Metro entrarán en operación en ocho años, por lo que mejor concentrarnos en potenciar su efecto con inversiones públicas, privadas y buenas regulaciones, y en paralelo discutimos futuros mecanismos.