Gratuidad y Sename
La Cámara Baja acaba de despachar el proyecto de ley de reforma de la educación superior, que consagra un avance en la cobertura de la gratuidad del 50% al 60% más pobre de las familias chilenas.
La idea suena vendedora y parece muy difícil de refutar, especialmente en los tiempos de precampaña que corren.
Sin embargo, este «avance» tiene costos altos para Chile y, sobre todo, para los más verdaderamente más pobres.La medida aprobada para dar en el gusto a las organizaciones estudiantiles, y que paradójicamente es rechazada por estas, tiene un costo aproximado de US$ 330 millones adicionales al año, que se suman a los US$ 980 millones que ya está gastando el fisco en esta cuestionada política pública, con lo que la carga para el erario nacional será de más de US$ 1.300 millones anuales a contar de 2018.
El proyecto aprobado implica también que, una vez que esté en régimen, el costo total de la gratuidad será de US$ 3.500 millones anuales, y, como ocurre frecuentemente con las políticas mal concebidas y peor focalizadas, el gasto en los estudiantes provenientes del quintil más rico duplicará al de aquellos pertenecientes al quintil más pobre.
Esto refleja la regresividad de la política, y se explica porque la población más acomodada asiste en mayor proporción a la educación superior.
Con los nulos esfuerzos enfocados en la calidad de la educación inicial y escolar, nada hace suponer que este acceso inequitativo va a mejorar.De esta forma, queda demostrado que el avance de la gratuidad es una política equivocada en sí misma.
Sin embargo, al tomar en cuenta otras necesidades del país, queda aún más en evidencia la relevancia de los recursos que están comprometidos y sus posibles usos alternativos.
Si los fondos que se utilizarán para financiar el aumento en la gratuidad para el próximo año se destinaran al área de la salud, podrían construirse tres hospitales con más de 300 camas cada uno, al año.
En el área de la vivienda, estos mismos recursos equivalen a la construcción de 41 mil viviendas sociales anuales.
En cuanto a previsión, postergar el aumento que acaba de aprobar la Nueva Mayoría permitiría incrementar la Pensión Básica Solidaria en un 14% a más de un millón trescientos mil jubilados, o en un 50% a los 350.000 más vulnerables.Incluso, dentro del área de educación, el esfuerzo está lejos de concentrarse donde realmente se generarían impactos significativos, es decir, elevando la calidad de la formación inicial y escolar.
En educación parvularia, los principales avances se han realizado en cuanto a cobertura.
Sin embargo, la evidencia muestra que aquello es totalmente insuficiente -y hasta perjudicial- si se desea realizar intervenciones tempranas de calidad sin contar con la cantidad de recursos adecuados.
En el área escolar, es claro que la ley que «quita los patines» a los colegios subvencionados no tiene como fin el aumento de la calidad de la enseñanza.
Así, la cancha seguirá igual de dispareja.Sin embargo, lo que hoy resulta más evidente por su dramatismo es que el aumento presupuestario aprobado para llevar la gratuidad al 60% se podría utilizar para resolver el problema del Sename.
De acuerdo a lo dicho por el director social del Hogar de Cristo, Pablo Egenau, para llevar la atención a un nivel razonable -en el que, por ejemplo, hubiera dos niños por habitación en vez de los 12 que conviven actualmente- se requerirían $2 millones mensuales, en vez de los 600 mil que se gastan hoy.
Este esfuerzo adicional del fisco sería de aproximadamente US$ 265 millones al año.
¿Hay alguien en Chile que pueda sostener hoy que los alumnos universitarios del sexto decil son más vulnerables que los niños del Sename? Lo que se requiere en este momento es coraje político para priorizar a los más necesitados -que lamentablemente para ellos no tienen capacidad de hacer lobby – y para resistir a las presiones de los grupos de interés.Lo que un país escandalizado le demanda hoy a su gobierno y a sus legisladores es que, más allá de las responsabilidades históricas que muchos deben asumir, en esta oportunidad no se dobleguen ante los grupos de presión y que legislen a favor de los más vulnerables de todos.
Esos niños que no marchan, ni votan, ni hacen declaraciones altisonantes, pero que hoy pesan sobre la conciencia de toda la nación