Maldito CAE
A pesar de no ser un instrumento perfecto, incluso tras los cambios de 2012, el CAE es una buena política pública que ha permitido que miles de jóvenes pudieran acceder a la educación superior.
Hace algunos días, la ministra Delpiano ante la petición de la Confech de condonar la deuda del CAE señalaba que lo veía ‘prácticamente imposible’, debido a la magnitud de recursos que una medida de esa naturaleza implicaría. Por otro lado, el vocero del movimiento Deuda Educativa respondía que estaban trabajando en una ‘propuesta técnica a la altura del problema’ y que su demanda buscaba ‘la condonación del abuso reflejado en los intereses usureros que miles de jóvenes y sus familias deben enfrentar’.
Al parecer, Chile se ha transformado en cuna de nuevos movimientos con vocación refundacional que buscan protestar y proponer cambios radicales a ciertos pilares estructurales de la nación. No me parece mal ni me preocupa que estos movimientos se distingan de las clásicas agrupaciones del pasado, que buscaban sólo protestar, y hayan evolucionado hacia un esquema donde adicional a las marchas se propongan alternativas. Ahora bien, sí me preocupa la seriedad de los diagnósticos, la precariedad de los argumentos y datos, y a veces las verdaderas intenciones de sus líderes. Un ejemplo es la discusión sobre el sistema de pensiones, que ha pasado desde un ‘No más pensiones bajas’ a un ‘No más AFP’. Para muchas personas ambos titulares son sinónimos, pero la verdad es que dicha discusión se asemeja más a la búsqueda y cacería de un gran cupable más que a la real preocupación por la mejora de las jubilaciones.
Volviendo al CAE, al parecer pertenezco a ese grupo casi inexistente de personas que piensa que pese a no ser perfecto dicho instrumento, en su versión mejorada (cabe recordar que experimentó mejoras sustantivas el año 2012 con la reducción de tasa y devolución contingente al ingreso), ha sido una buena política, permitiendo que miles de jóvenes hayan accedido los últimos diez años a la educación superior. Incluso me atrevería a afirmar que ha sido una de las principales razones, junto con un creciente sistema de becas, por las cuales Chile ha experimentado un nivel de crecimiento en su matrícula en la educación superior, superando en este indicador al promedio de países desarrollados, con quienes tanto nos gusta compararnos.
Sin duda el CAE tiene muchos aspectos que mejorar, como la posibilidad de financiar el arancel real de una carrera y no sólo el de referencia definido por el Estado, y la ridícula coexistencia de dos sistemas, el Fondo Solidario y el CAE, que para variar genera mayores beneficios a un grupo reducido de alumnos que estudian en instituciones del CRUCh, en desmedro de la gran mayoría de jóvenes que estudian en otras instituciones.
Pero dejando las ideologías de turno, a estas alturas creo que son pocos los que no quieren entender que Chile no cuenta con los recursos para financiar la gratuidad. Entonces, la posibilidad de endeudarse para acceder a ciertos bienes que mejoran las expectativas futuras, lejos de ser un pecado social, es una buena noticia que ha permitido que miles de chilenos tengamos la posibilidad de tener una vivienda propia o que muchos emprendedores hayan podido contar con un capital para mantener sus empresas y crecer.
El problema no está en la deuda, sino en la tentación que tenemos todos los seres humanos de cargar con una deuda que supere nuestra capacidad de generar ingresos. Sin duda les corresponde al Estado y sus ciudadanos resguardar, celosamente, que haya competencia entre las instituciones financieras y que la información en relación a la deuda y sus intereses sea clara y precisa, pero no por eso se debe despreciar y demonizar la deuda