Compromiso de todos con la salud mental
La Organización Mundial de la Salud postuló a mediados del siglo pasado que la salud no estaba dada por la ausencia de enfermedad, sino que era la posibilidad de tener un buen funcionamiento en diversas áreas lo que daba por presente el estado de bienestar físico, social y mental, misma idea que planteó con posterioridad respecto de la salud mental. Sin embargo, sólo en las últimas dos décadas en el campo de la salud mental se han propuesto modelos que permiten recoger indicadores de esa buena salud mental, evaluarla en la población con instrumentos específicos y, finalmente, proveer de información para establecer planes y programas para promoverla o para prevenir su pérdida.
Llama la atención, sin embargo que alcanzado un cúmulo importante de estudios respecto de la salud mental positiva, o bienestar mental que es su otra denominación, y de su consideración no sólo en sí misma sino que también en relación con la patología mental, sigue siendo un ámbito de la salud pública poco desarrollado. Una explicación para ello está dado por un hecho claro y es que la presencia de trastornos mentales menos graves y graves en la población es alta y creciente, pero por otro, porque el terreno de la promoción y la prevención no es sólo perteneciente a los Ministerios de Salud, sino que es una tarea que involucra a la familia, los establecimientos educacionales y el área del trabajo, por mencionar algunos.
Si la presencia de una salud mental positiva está dada por un bienestar emocional, por sentirse comprometido y parte de una comunidad y porque el individuo evalúa que está pudiendo desarrollar todas las potencialidades personales, podemos ver que como sociedad debemos comprometernos con generar los espacios, vínculos, convivencia y oportunidades para que ello se potencie. Entonces tenemos, desde nuestros diferentes espacios de influencia política, laboral, familiar, comunitaria, la oportunidad para llevarlo a cabo.